La escasez golpea a los negocios privados: no hay ni arroz
La carne de cerdo, la leche y el arroz figuran entre los productos más deficitarios, y en el futuro cercano no se ve una solución
LA HABANA, Cuba.- Transcurridos los primeros días del paso a la primera fase de recuperación de la pandemia del coronavirus en La Habana, no obstante el llamado de las autoridades para que los trabajadores por cuenta propia reanuden su actividad, no son muchos los negocios que han reabierto sus puertas. Una ausencia que se hace más visible en las actividades de elaboración y venta de alimentos.
No se trata, en sentido general, del desinterés de los cuentapropistas por la reanudación de sus labores habituales. El problema consiste en la aguda escasez de ciertos productos que resultan vitales para el buen desempeño de una cafetería o una paladar.
Es muy común cuando conversamos con el propietario de alguno de estos negocios escuchar que “Sí, ya podemos reabrir el negocio, pero con qué lo hago”. En efecto, hay tres surtidos que limitan actualmente las posibilidades de la gastronomía no estatal (y, por supuesto, también la estatal): la carne de cerdo, la leche y el arroz. Y todo hace indicar que semejante desabastecimiento permanecerá durante un tiempo impreciso.
El panorama de la carne de cerdo se torna sombrío. La poca disponibilidad de alimentos para los animales, así como el tope de precios decretado por el gobierno, incluso en los mercados agropecuarios de oferta-demanda, han ocasionado que esta carne se haya perdido de los mercados, placitas y demás puntos de venta. Las cifras que ofrecen las autoridades son como para preocupar a cualquiera: de unas 17 mil toneladas de carne de cerdo que necesita mensualmente el país para que se mantenga la presencia estable de este producto en los mercados, en lo que queda de 2020 el promedio de existencias oscilará alrededor de las 6 mil toneladas.
Aquellas cafeterías que ofertan batidos como una de sus principales atracciones se las verán difícil. El propio Ministro de la Industria Alimentaria ha declarado que habrá restricciones en la producción de helados y yogur por parte de las empresas de su organismo debido a la escasez de leche en polvo. Si eso será así para el Estado, qué dejaremos entonces para las cafeterías privadas que utilizan la leche en polvo para confeccionar sus batidos. Además, el país apenas dispone de dinero para importar leche en polvo.
Bueno, y qué decir del arroz. Al parecer clasifica como el componente más difícil de incluir en el menú de cualquier cafetería o paladar. Basta con decir que a algunos negocios —los pocos que permanecieron abiertos— no les quedó más remedio que prescindir del arroz en sus ofertas para llevar en estos tiempos de coronavirus. Incluían solo el plato fuerte, la vianda y la ensalada.
Un artículo reciente aparecido en el periódico Granma (“Retos y realidades de la producción arrocera en Cuba”, edición del 30 de junio) da cuenta de que la producción nacional de arroz para este 2020 debe alcanzar la cifra de 162 mil toneladas, mientras que se necesitarían unas 700 mil toneladas solo para cubrir la denominada “canasta básica normada” y el consumo social (hospitales, escuelas etc.) Evidentemente, un cuadro desolador.
Bueno, y qué hay con las importaciones de arroz de Vietnam, Brasil y Uruguay, de donde son los arroces que habitualmente consume la ciudadanía. Si analizamos la balanza comercial de Cuba con esas naciones apreciamos que la Isla presenta un gran déficit en esos intercambios. Es decir, que compra mucho más que lo que vende. En conjunto, según datos aportados por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), solo en 2018 les compró a los tres mercancías por 887 mil millones de pesos, y vendió únicamente por 32 mil millones de pesos
Ese déficit podría traducirse en deudas, que de no pagarse desmotivarían a esos países para seguir mandando arroz a Cuba.
Con esos truenos, y a pesar de las declaraciones oficialistas en el sentido de que próximamente podrán entregarse nuevas licencias para ejercer el trabajo por cuenta propia, cualquiera lo pensaría dos veces antes de enrolarse en esa aventura.
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