Las falsas victorias y la capitulación garantizada

Al margen de lo que suceda en el futuro mediato, es evidente que la derrota del castrismo es un hecho consumado, no una ligera suposición

(Foto archivo)

LA HABANA, Cuba.- La élite política cubana está atrapada en sus propias contradicciones con la posibilidad de escapar, si así lo desea.

Solo tiene que darle cabida al sentido común y cederle el paso a una visión de Estado y Nación alejada de los fundamentalismos que se han establecido para supuestamente salvaguardar la soberanía, impulsar el desarrollo económico, garantizar la igualdad social y unos niveles envidiables de cultura y patriotismo, entre un profuso inventario de presupuestos que conducirían a la felicidad plena de todos, sin distinción de raza, edad, género o religión.

En la práctica, todo ese andamiaje que serviría como soporte a un sistema socialista funcional resultó ser pura chatarra.

Cuba se desintegra, más allá de hipérboles y metáforas. Las ruinas están por doquier y no solo en forma de escombros, basurales en las esquinas y edificios maltrechos, también aparecen en las barriadas y cuarterías los despojos de las promesas de un futuro mejor y decepciones en cantidades industriales de ese pueblo obligado a tragarse en seco sus angustias, en el cepo de la ideología marxista-leninista.

Existen evidencias de que la voluntad política de conservar las anquilosadas estructuras económicas se desplaza a hurtadillas hacia un relajamiento mínimo vinculado a la necesidad de evitar la implosión del modelo económico centralizado.

El asunto es que la marcha no parece ser lineal sino en zigzag y con muchas pausas, lo cual amerita no hacerse muchas ilusiones de un viaje por los carriles de la racionalidad y el compromiso real de sacar al país del largo y peligroso estancamiento.

Por otro lado, hay un elemento de significativa importancia en la evolución de los acontecimientos al interior de la Isla, en referencia a la superación de una crisis con altas probabilidades de convertirse en un pandemónium.

No basta con medidas que acaben con el bloqueo interno, algo que a ojos vista no está contemplado por el pequeño grupo que define las políticas a implementar en todo el país.

Este sector sigue aferrado a la vieja mentalidad conservadora. Su resistencia a un plan de profundas transformaciones económicas que estimulen la productividad y sienten las bases para disminuir o acabar con la dependencia a los subsidios, en este caso provenientes de Venezuela y la importación de decenas de mercancías que pudieran ser producidas internamente, es una realidad que nos mantiene al borde del abismo.

En pocas palabras, sin una recomposición de las relaciones con los Estados Unidos es inútil pensar en un alivio de la situación, que afecta a millones de personas dentro de la Isla.

Se sabe que los mandamases en Cuba apuestan por la victoria de Joe Biden en las venideras elecciones presidenciales, pero ninguna encuesta promete ser lo suficientemente fiable para creer que así será.

El candidato demócrata prometió, en uno de sus discursos de campaña, darle seguimiento a la política de acercamiento promovida por Obama, no obstante, es oportuno pensar en los matices y condicionamientos que acompañan a este tipo de negociaciones. Me cuesta creer que Biden promueva un programa de excesivas concesiones unilaterales.

La dictadura insular está debilitada y por tanto a expensas de reconsiderar en algún momento su habitual tozudez frente a un vecino con suficiente capacidad y disposición a ayudar.

Es hora de salir de las trincheras e idear formas para un entendimiento, un suceso cuyos principales beneficiarios serían los cubanos de la Isla, agobiados por la escasez y la desesperanza.

Me pregunto, ¿qué hemos ganado como pueblo en seis décadas de enfrentamiento?

Absolutamente nada que merezca una celebración.

Esos inútiles forcejeos terminaron codificando el hambre, la delación, los miedos a expresarse libremente, la marginalidad, la doble moral y los anhelos de abandonar el padrinazgo de la “revolución de los humildes y para los humildes” para convertirse en sobrinos del Tío Sam.

En el caso de que Donald Trump sea reelecto, habrá menos posibilidades de alcanzar un acuerdo, aunque todo depende de La Habana.

Al margen de lo que suceda en el futuro mediato, es evidente que la derrota del castrismo es un hecho consumado, no una ligera suposición.

Lo único que pueden hacer los que quedan de la vieja guardia y sus herederos es alargar los plazos para la definitiva capitulación con sus correspondientes disimulos, no sé si ante Trump o Biden.

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ACERCA DEL AUTOR

Jorge Olivera Castillo

Jorge Olivera Castillo

Jorge Olivera Castillo. Ciudad de la Habana, 1961. Periodista, escritor, poeta y editor de televisión. Durante 10 años trabajó como editor en la televisión cubana (1983-1993). A partir de 1993 comienza su labor en las filas de la disidencia hasta hoy. De 1993 a 1995 como secretario de divulgación y propaganda del sindicato independiente Confederación de Trabajadores Democráticos de Cuba (CTDC). A partir de 1995 labora como periodista independiente. Fue director de la agencia de prensa independiente Habana Press, de 1999 hasta el 2003. El Instituto Lech Walesa publicó en 2010 su libro de poemas Cenizas alumbradas en edición bilingüe (polaco-español). También en el 2010 la editorial Galén, publica en edición bilingüe (francés y español), su libro de poemas En cuerpo y alma, editado en el 2008 por el Pen Club checo.