September 25, 2024

ECONOMÍA ¿Qué lógica tiene un plan hasta 2030? ORLANDO FREIRE SANTANA | La Habana

ECONOMÍA

¿Qué lógica tiene un plan hasta 2030?

ORLANDO FREIRE SANTANA | La Habana

Durante la más reciente reunión del Consejo de Ministros, fue presentado el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta el 2030. Alejandro Gil, ministro de Economía y Planificación, insistió en que “aun en condiciones de incertidumbre internacional como las que hoy se viven, lo que requerimos es más planificación, más previsión, y hacia ahí nos conduce este Plan”.

Sin embargo, la lógica indica que un plan a mediano o largo plazo podría ser realista si existe determinado nivel de estabilidad económica, y en circunstancias en que el futuro ofrezca adecuadas posibilidades de predicción. Nada más alejado del momento que vive Cuba, cuando prácticamente es imposible pronosticar lo que sucederá en materia económica la próxima semana.

Volvamos la mirada hacia los inicios de la década del 80. A todas las empresas y entidades del país se les orientó trabajar en la confección de un plan económico hasta el año 2000. Incontables recursos humanos y materiales fueron malgastados en semejante faena, que por supuesto perdió sentido ante los sucesos que tuvieron lugar al finalizar ese decenio.

¿Quién iba a decir en 1982 que en menos de diez años desaparecerían la Unión Soviética y el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME)? ¿O que el comunismo sucumbiría en las naciones de Europa oriental, hasta entonces eran meros satélites del Kremlin?

De aquí a 2030 pudieran suceder acontecimientos que impactarían radicalmente en la economía de la Isla, como la caída del chavismo en Venezuela, eventos climáticos o de salud que reduzcan la llegada de turistas internacionales, una negativa más o menos generalizada a recibir los servicios médicos cubanos, o una merma considerable de las remesas provenientes del exterior.

Ante un panorama tan incierto, ¿qué indicadores podría incluir el Plan hasta el año 2030, que le otorguen un mínimo de credibilidad? Es difícil precisarlo. De todos modos, no es desaventurado imaginar que el ministro Alejandro Gil planifique un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), un despegue de las exportaciones, un aumento de las producciones nacionales que sustituyan importaciones, y unas zafras azucareras superiores a las raquíticas contiendas que observamos por estos años. Soñar no cuesta nada.

Por otra parte, también se aprecia cierta rareza en el espíritu de este “Plan”. El señor Gil se refirió a su “enfoque flexible”, y a que podría estar sujeto a constantes evaluaciones. Algunas voces opinan que, en el fondo, el objetivo de este tipo de plan es reafirmar el carácter protagónico de la planificación centralizada, un principio ya recalcado en la estrategia gubernamental para la etapa post Covid-19.

Tal vez lo más significativo de esta reunión del Consejo de Ministros corrió a cargo del presidente Díaz-Canel, quien aseguró que: “La implementación del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta el 2030 da continuidad a acuerdos adoptados por el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba y permite avanzar, en lo que resta del presente año, hacia el VIII Congreso del Partido”.

Es la primera ocasión que, desde la cúpula del poder, se deja entrever la decisión de celebrar el VIII Congreso aun en las actuales condiciones sanitarias por las que atraviesa el país. El evento está programado para 2021, y sería importante sobre todo para el propio Díaz-Canel, que pudiera convertirse en el hombre fuerte de la nación si Raúl Castro cumple su promesa de abandonar la jefatura del Partido.