September 25, 2024

“Esos gordos no hacen cola ni compran comida” Mientras los revendedores son perseguidos por el gobierno, la población cuenta con ellos como única opción para satisfacer ciertas necesidades

“Esos gordos no hacen cola ni compran comida”

Mientras los revendedores son perseguidos por el gobierno, la población cuenta con ellos como única opción para satisfacer ciertas necesidades

mercado estatal revendedores Manuel Marrero Díaz-Canel
Foto archivo

LA HABANA, Cuba.- En el marco de la presente crisis, la dictadura ha arremetido también contra las personas que revenden clandestinamente algunos productos deficitarios en el mercado estatal como pueden ser alimentos, artículos de aseo y para el hogar.

Como ya es costumbre, utiliza apelativos denigrantes para descalificar a esos revendedores que no son la causa de la escasez, sino un resultado de esta, y que en realidad prestan un servicio imprescindible a la población, puesto que son en ocasiones la única vía para conseguir productos de primera necesidad. Esta figura tampoco es reciente, pues surgió cuando Fidel Castro se apropió de nuestro comercio interior para dejarlo destruir a base de ineficiencia.

El pasado 4 de agosto en la Mesa Redonda los comunistas cubanos, al referirse al “lesivo fenómeno de los coleros”, incluyeron a los revendedores. Añadieron que estos también generan rechazo en la población, como también los acaparadores. Se refirieron al plan de las brigadas de enfrentamiento popular con participación de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) y los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), todo esto concebido y guiado por Raúl Castro. Y es que ellos saben que el descontento y la desesperanza de la población son cada vez mayores, y la culpa no puede caer al suelo.

Para nadie es un secreto que la bolsa negra de la cual se nutren los revendedores surge ante la imposibilidad del mercado estatal de suplir las carencias de todo tipo. Este servicio ha sido fundamental para el cubano de a pie, si bien es innegable que una gran parte de las mercancías ofertadas proceden de centros estatales cuyos trabajadores se ven obligados a hurtarlas para compensar sus bajos salarios. No obstante, el objetivo de tal actividad no es enriquecerse, sino cubrir a su vez otras necesidades básicas. Y por supuesto, en la medida en que el Estado ha aumentado los precios de los productos de primera necesidad –a la vez que otros sólo los vende por CUC– se han incrementado asimismo los precios de la bolsa negra.

Sin embargo, a pesar de que durante años el gobierno ha puesto en práctica diversas medidas represivas que van desde la expulsión del centro de trabajo hasta llevarlos a los tribunales –les han impuesto multas o prisión–, no ha logrado erradicar ese fenómeno, ni lo logrará, porque mientras haya escasez en el mercado estatal seguirá habiendo bolsa negra.

Los llamados revendedores en realidad tampoco son mal vistos por un amplio sector de la población. En ocasiones incluso establecen relaciones cordiales con sus clientes habituales, aunque entre las medidas aplicadas para justificar la represión encontremos entrevistas a personas que los culpan de la escasez al tiempo que exageran sus precios.

Por otro lado, la suspensión de muchas actividades les ha generado una difícil situación económica a los cuentapropistas, por lo que algunos han acudido a esta actividad para poder dar de comer a su familia, pues, aunque con frecuencia escuchamos a los dirigentes prometer que “nadie quedará desamparado”, numerosos casos nos demuestran que esa frase hueca no pasa de ser otra de sus mentiras.

Hace unos días analizaba Aurora, una vecina: “En estos momentos los cubanos tenemos tres opciones: o nos pasamos la madrugada en una cola, o pagamos a sobreprecio, o nos quedamos sin el producto. Por lo tanto –confesó– yo prefiero pagar y que me traigan las cosas a la casa antes que perder la salud y el día en la cola. Por suerte, mi familia me manda dinero para eso. Además, ¿qué es más abusivo? ¿Los precios de los revendedores? ¿O venderle a jubilados una libra de pollo a 20 pesos, de arroz y harina de maíz a 4 y un litro de detergente líquido a 25?”.

Y concluyó: “Ahora la han cogido con los que nos traen la comida y nos resuelven el problema. Claro, a ellos lo que les interesa es seguir chupando, porque ni hacen cola ni les falta la comida, y más gordos no pueden estar. Se parecen a los sapos cuando les echan sal”.

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ACERCA DEL AUTOR

Gladys Linares

Gladys Linares

Gladys Linares. Cienfuegos, 1942. Maestra normalista. Trabajó como profesora de Geografía en distintas escuelas y como directora de algunas durante 32 años. Ingresó en el Movimiento de Derechos Humanos a fines del año 1990 a través de la organización Frente Femenino Humanitario. Participó activamente en Concilio Cubano y en el Proyecto Varela. Sus crónicas reflejan la vida cotidiana de la población.