Los que también fueron asesinados
Sobre la revolución castrista mucho se ha dicho a lo largo de 60 años, pero no todo ocurrió como aún se cuenta por la parte vencedora
LA HABANA, Cuba. – La historia comienza así: Eran los primeros meses de 1952, grupos de jóvenes estudiantes bajaban la escalinata de la Universidad de La Habana en protesta por el golpe de estado que había perpetrado Batista días antes contra el presidente constitucional Carlos Prío.
Al principio, los jóvenes se manifestaron en defensa de la Constitución, luego con gritos de “Abajo Batista”, mientras un reducido grupo de policías uniformados contemplaban la escena. Yo, con mis 14 años, vecina del barrio, lo vi todo.
En pocos días las manifestaciones se transformaron. Con ofensas de “asesino”, pasaron a lanzar piedras a los policías, quienes trataban de detenerlos.
Luego aparecieron los tiros de ambas partes, mientras los vecinos cerraban puertas y ventanas de sus casas.
Sobre lo que ocurrió después, mucho se ha dicho y escrito a lo largo de 60 años de gobierno castrista. Pero no todo ocurrió realmente como aún se cuenta por la parte vencedora, porque los hechos acaecidos fueron tergiversados, sobre todo por la prensa de aquella época, e incluso hoy.
Por ejemplo: ¿Por qué se repite la falaz mentira de las 20 000 víctimas de Batista? ¿Por qué se sigue diciendo que la Policía le sacó un ojo a Abel? ¿Por qué el olvido de estos otros hombres que también fueron asesinados, trabajadores de las Fuerzas Armadas, con hijos, esposas, familia, que cumplían con sus funciones como guardianes de la tranquilidad y el orden de la comunidad, que respondían con la violencia ante la violencia, de acuerdo a la personalidad y carácter de cada uno de ellos?
Pertenecían a la Policía Nacional de Fulgencio Batista, habían jurado defenderlo, desconociendo que el régimen político era de facto, como mismo ocurre hoy con las Fuerzas Armadas del régimen castrista, también de facto.
Aquellos que también fueron asesinados, no deben ser olvidados. Se conocen sus nombres, la edad con que murieron, dónde vivían, sus hijos huérfanos, sus madres abandonadas. Considerarlos como víctimas no es un error, pese a que son llamados “los malos”, según los vencedores hoy en el poder.
Si implacable fue la Policía con quienes ponían bombas en lugares públicos, también la justicia rebelde lo fue, sobre todo con aquellos que desertaban del Movimiento “26 de Julio”.
El total de muertes provocadas por el enfrentamiento entre la dictadura y la revolución durante seis años, según la investigación más seria realizada por el doctor Armando M. Lago Gilberga, fue de 2719 cubanos, cifra que como se supo años después, el periodista Enrique de la Osa, de Bohemia, multiplicó por 10 ―a pesar de que la información publicada en las páginas 190 y 210 de la revista, en enero de 1959, no fue firmada por autor alguno.
Responsables de estas víctimas fueron las fuerzas revolucionarias: 912 en total, lo que representa un 33.6% (al régimen de Batista se deben 1807, equivalentes al 66.4 %). O sea, que a pesar de que los muertos presentados por Bohemiaapenas llegan a 1000 ―898 para ser exactos―, según se pudo aclarar con nombres y apellidos, la revista no incorporó las muertes en combate de la Sierra Maestra y solo se refiere a las muertes en total, sin especificar que las fuerzas revolucionarias fueron responsables de 912, una tercera parte de todas las documentadas en dicho período.
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