Dolarización y fin del socialismo en Cuba: dos fenómenos en paralelo
Los cubanos merecen otro destino sin el peso de tanta mediocridad y caprichos de una élite de poder plenamente capacitada para destruir aspiraciones y sueños
LA HABANA, Cuba. – El barniz retórico de los amanuenses de la prensa oficial, supervisado por la caterva de comisarios y el envejecido reducto de mandamases, a duras penas cubre una ínfima parte de la realidad que se va articulando bajo una dolarización, aún incompleta, pero suficiente para decretar el fin de la archipublicitada igualdad de clases.
Actividades de primera necesidad como comer, bañarse y proteger las axilas del mal olor con desodorante, por solo mencionar algunas, son realizables a partir de la tenencia de dólares estadounidenses previamente depositados en una tarjeta magnética.
En las tiendas habilitadas para este fin no se permite el pago con los billetes del país que el partido único y sus instituciones consideran el peor enemigo de la revolución socialista, promulgada en abril de 1961 y a las puertas del capitalismo salvaje en las postrimerías del 2020, con terapia de choque incluida, aunque continúe la ambigüedad discursiva de los funcionarios con tal de ocultar la derrota ideológica de un sistema incapaz de solventar los crónicos problemas de improductividad e ineficiencia y todos los efectos asociados en cuanto a los altos niveles de pobreza y el declive de los servicios básicos.
El coronavirus ha sido el detonante de una gran crisis mundial, en la cual la periferia tercermundista se lleva la peor parte. Cuba no escapa a un fenómeno que ha puesto a decenas de economías al borde del colapso con sus correspondientes impactos negativos en el empleo, los salarios y los precios en los mercados minoristas.
La actual preeminencia del dólar, junto a la depreciación del peso cubano (CUP) y la inminente salida del peso convertible (CUC), divisa artificial creada en la primera mitad de los noventa que terminó generando más problemas que beneficios, describe un nuevo escenario no reversible y caracterizado por el crecimiento de la miseria en amplios sectores de la población, sobre todo en las personas que no reciben remesas del exterior.
Los dólares o euros en las referidas tarjetas son el alivio por excelencia ante un contexto económico decadente y que podría colapsar si se no se perfila un programa integral de transformaciones y despojado de los habituales lastres ideológicos.
El asunto es que los honorarios de los trabajadores estatales, que son alrededor de cuatro millones en la Isla, son en pesos cubanos (CUP). Por otro lado, los bancos no tienen la capacidad de cubrir la demanda de dólares de potenciales compradores, me refiero a cualquier persona residente en la Isla.
También habría que ver la tasa de cambio que entrará en vigor en los próximos meses. ¿Cuántos pesos habrá que desembolsar por cada dólar, si es que hay disponibilidad?
Por el estado de la economía y las finanzas internas no creo que la tasación sea provechosa para obreros, profesionales y mucho menos para los jubilados con sus menguadas retribuciones.
En medio de toda esta amalgama de hechos concretos y otros en proceso de gestación, la continuidad del socialismo como proclaman sus entusiastas defensores es una aspiración baldía.
La única vía de evitar un acelerado agravamiento de las conocidas necesidades del cubano promedio, que abarcan una amplia gama de áreas claves como la alimentación, el fondo habitacional y el poder adquisitivo, solo puede ser aliviada con una apertura escalonada hacia la economía de mercado.
Los injustificables retrasos en emprender reformas económicas de gran calado, la actual opacidad de un programa de cambios, marcado por las limitaciones y el avivamiento del diferendo con los Estados Unidos, en vez de emplear esfuerzos en la búsqueda de la recomposición de unas relaciones bilaterales que atenuarían, en buena medida, los traumas propios de una transición que requiere de multimillonarias sumas de dinero para aliviar los elevados costos sociales y alejar las posibilidades de un letal descarrilamiento, son realidades que ensombrecen las expectativas a corto y mediano plazo.
Es hora de poner un alto a ese relato pedestre que combina nacionalismo de pacotilla, victorias imaginarias y esperanzas de humo.
Cuba merece otro destino sin el peso de tanta mediocridad y caprichos de una élite de poder plenamente capacitada para destruir aspiraciones y sueños.
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