September 27, 2024

El río está sonando, ¿qué traerá?

El río está sonando, ¿qué traerá?

Comer todo lo que no consiguieron en estos últimos 60 años es la mayor añoranza cubana, y así lo dejan claro muchos internautas, con seudónimos, que desprecian al gobierno pero no están dispuestos a enfrentarlo

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Protesta frente a embajada de Ecuador en La Habana, 2015 (foto: EFE)

MIAMI, Estados Unidos.- Tengo un amigo que asegura con frecuencia, y con regusto enorme, que “Cuba es un país de numerosos rumores y muy pocas confirmaciones”. Son incontables las veces que hasta hoy le escuché manejar esa certeza con mucho de socarronería. Según él la Isla es, ahora mismo, un hervidero, una olla a presión que podría explotar de un momento a otro. Y hasta supone que la tal explosión traerá desastrosas consecuencias para el poder, y que cualquier estrategia de contención fracasará de inmediato.

Mi amigo está suponiendo una hecatombe, la más grande desde 1959. Mi amigo conjetura que el gobierno está bien atento a la más breve sedición para contenerla de inmediato con la fuerza más brutal, y también defiende la opinión de que si no consiguiera aplacar los ánimos, estaría dispuesto a negociar, que no es otra cosa que “hacer revivir viejas estrategias”, quizá muy cercanas a aquellas que pusiera en práctica desde los primeros años de “revolución”, y luego en 1980 y luego en 1994.

Él supone que en Cuba estamos a las puertas de un nuevo éxodo que propiciará el gobierno; una escapada sin precedentes que dejaría pequeña a la desbandada que se produjo tras la revuelta en el malecón, e incluso al éxodo del Mariel, a Camarioca. Y son tales las fuerzas que él supone, que hasta podría usarse el término de rebelión. Manifiesta que los sucesos serían de tan grandes dimensiones que resultaría imposible su control, así dice, y que será una “gran revolución”, como han sido las revoluciones post 59, que podría culminar con un escape masivo, hacia la Florida, de una caterva de cubanos inconformes que hasta hoy simulan adhesión.

Y sí que es bien posible ese panorama que supone, hasta creo que ya se perciben algunas señales en “el aire”, que no serían más que “lugares comunes” en la historia cubana de los últimos sesenta años. Y aunque resultará un gran descrédito para ese “viejo gobierno de difuntos y flores”, no le quedarían muchas más posibilidades de solución que esas que facilitarían la escapada de los tantos que ya no soportan, aunque lo callen, esta fábrica de hombres hambrientos, esta fábrica que siempre pone sus esperanzas en el exilio.

Bastaría con prestar un poco de atención a las redes para entender lo que podría acontecer. Y aunque es cierto que la mayoría “habla desde el estómago”, y aunque también es cierto que la motivación más grande, la más real, está en la añoranza de enfrentar mercados repletos de “posibilidades”, no sería aconsejable desatender tales pretensiones. El hambre es un gran “motor impulsor”. Comer todo lo que no consiguieron en estos últimos 60 años es la mayor añoranza cubana, y así lo dejan claro muchos internautas, con seudónimos, que desprecian al gobierno pero no están dispuestos a enfrentarlo.

Todo cuanto supone mi amigo se podría ilustrar con lo que aparece por estos días en las redes: individuos que en medio del anonimato hablan también del deseo y la posibilidad de un éxodo masivo, y muestran entusiasmados las ganas de conseguir la tan añorada libertad que no conocen, esa libertad por la que jamás lucharon. Estos seres esquilmados sueñan con “supermercados repletos de comida” en los que intuyen, irónicamente, cuán difícil les resultará escoger entre “tantos productos”, que desde ya les resultan tentadores.

Así piensan muchos en las redes, así sueñan, sin que mencionen siquiera la más pedestre de las estrategias para vencer a una vieja dictadura. Y también aparecen por estos días quienes desde Miami hacen reclamos a los que sueñan con el viaje al norte. Muchos de estos exiliados ponen sus esperanzas en los de acá, y hasta aseguran que nuestro deber es quedarnos, quejarnos, emplazar a los gobernantes, y hasta realizar levantamientos de cualquier tipo; levantamientos que, de producirse, muchos exiliados verán en los noticiarios de las televisoras hispanas de la Florida.

Cuba duele en circunstancias como estas, y duele mucho. Mortifica pensar que cada vez son más los que suponen que no hay mejor futuro que el exilio, que no hay nada mejor que hurgar en los anaqueles de esos mercados de Miami. Duele también el comportamiento de alguna parte del exilio, esa parte del exilio que nos demanda en las redes sin que su compromiso vaya más allá del discurso reclamón…, y peor es quien viene luego con las maletas llenas para el hijo que es militante del partido comunista y que podría, incluso, estar entre los que reprimen a una Dama de Blanco, a un opositor, a un periodista independiente.

Duele Cuba y duele nuestra pasividad, nuestro acatamiento, pero también duele, no lo olvidemos, el comportamiento de quien se fue al exilio pensando únicamente en llenar sus alacenas, lo que sin dudas es legítimo, pero no así el reclamo que nos hacen sin reconocer que son muchos los que “pusieron pie en polvorosa” sin enfrentar al poder comunista. Es verdad que son tantísimos los que enfrentaron al mar embravecido, pero no al gobierno. Algunos no hicieron otro sacrificio que hacer el largo camino a “El Paso”, pero su riesgo no fue más allá de convencer a las autoridades de sus “enfrentamientos al gobierno de la isla”, y contar del ensañamiento que les dedicara el aparato represor cubano, aun sabiendo que mentían.

Quizá por eso no me gustan para nada esos reclamos en las redes, por eso me duele esa Cuba que se marcha, esa que deja en situación muy favorable a la dictadura. Duele, duele esa Cuba que postergó las exigencias al gobierno, que las chilló únicamente cuando estuvo a salvo y bien cerca de los muy surtidos supermercados; y luego volvieron para traer ayuda a mamá, a papá, a esos hijos que dejaron y que “siguen queriendo” ser como el Ché. Mortifican esos que callan, incluso cuando ya son ciudadanos del Norte, para que los dejen entrar, para que los dejen encontrarse con sus padres, para que sea feliz y sin tropiezos la vuelta al norte.

Duele sí, mortifica mucho que ni siquiera siendo ciudadanos americanos griten cuatro verdades durante sus estancias en la Isla, porque pondrían en riesgo su regreso a “la yuma”, y su reencuentro con los mercados tan abastecidos, con sus autos y con las autopistas de la Florida. Mortifican esos cubanos de cualquier exilio que nos reclaman que hagamos “eso” para lo que ellos no tuvieron tiempo, ni c…  Duele mucho pensar que, para muchos, la solución mejor sea la escapada: un Camarioca, un Mariel, un Malecón…, un no sé qué…

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ACERCA DEL AUTOR

Jorge Ángel Pérez

Jorge Ángel Pérez

(Cuba) Nacido en 1963, es autor del libro de cuentos Lapsus calami (Premio David); la novela El paseante cándido, galardonada con el premio Cirilo Villaverde y el Grinzane Cavour de Italia; la novela Fumando espero, que dividió en polémico veredicto al jurado del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos 2005, resultando la primera finalista; En una estrofa de agua, distinguido con el Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar en 2008; y En La Habana no son tan elegantes, ganadora del Premio Alejo Carpentier de Cuento 2009 y el Premio Anual de la Crítica Literaria. Ha sido jurado en importantes premios nacionales e internacionales, entre ellos, el Casa de Las Américas