May 8, 2024

ECONOMÍA Castro II es el perro del hortelano, que ni produce ni deja producir ROBERTO ÁLVAREZ QUIÑONES | Los Ángeles

ECONOMÍA

Castro II es el perro del hortelano, que ni produce ni deja producir

ROBERTO ÁLVAREZ QUIÑONES | Los Ángeles

Posiblemente muchos en Cuba no se han dado cuenta, salvo los economistas, de un absurdo que por sí solo expresa el carácter inviable del estatismo castro-estalinista en la economía.

Resulta que según cifras publicadas por Cubadebate ya en la Isla el 33% de la masa trabajadora que está empleada labora en el sector privado, pero aporta solo un 7% al Producto Interno Bruto (PIB), de acuerdo con los cálculos de economistas residentes en Cuba.

Increíble, pero cierto. En la esfera no estatal de la economía cubana hay 1,5 millones de trabajadores entre campesinos individuales, cooperativistas, usufructuarios de tierras estatales y cuentapropistas urbanos. Estos últimos, los citadinos, son como grupo el más numeroso, pues suman unos 600.000.

¿Cómo es posible que la tercera parte de toda la masa laboral empleada en la Isla aporte tan poco al PIB? Si eso ocurriese en EEUU, Alemania, Japón o España esos países no formarían parte del Primer Mundo.  Así de simple.

Y de ese 7% privado que va al PIB, la mayor parte la aporta la agricultura, según estiman economistas en la Isla. O sea, los negocios urbanos cubanos aportan menos al PIB que los agricultores, algo inaudito. Lo normal sería al revés.

Insólito es también que toda la agricultura cubana, la estatal y la privada en conjunto, solo aporta un 3,7% al PIB, según datos oficiales. Eso explica por qué Cuba importa el 80% de los alimentos que consume.

En las naciones del Primer Mundo el porcentaje que aporta la agricultura (toda privada) al PIB es mucho más bajo que en las naciones menos desarrolladas y  pobres. Es lo lógico, pues los bienes industriales tienen mucho más valor agregado. En EEUU, el aporte agropecuario es de 0,9%; en Alemania, 0,8%; Japón (1,2%); España (2,7%), pero en Bangla Desh es de 12,7%, y en Etiopía es de 33,9%. En Latinoamérica varía  desde un 3,5% en Chile y México; 7,2% en Argentina, y 5,9% en Uruguay, hasta un 19,5% en Haití; 17,9% en Guatemala, o 15% en Nicaragua.

Esta anormalidad del caso cubano se debe a tres factores: 1) el mayor aporte del sector privado al PIB,  dentro de ese 7%,  lo hacen los agricultores, cuya producción tiene poco valor agregado; 2) al cuentapropismo se le excluye de la producción industrial, y es limitado a servicios primarios de poco valor añadido; y 3)  se prohíbe la participación de los profesionales universitarios, como entes privados, en la economía, lo que la priva del  aporte de estos en know-how  pericia, experiencia, e innovaciones tecnológicas.

Se impide la formación bruta de capital fijo para invertir

Esas trabas impuestas imposibilitan al sector privado aportar en grande al PIB, ya que se impide la formación bruta de capital fijo (FBCF), algo fundamental para que una economía crezca.

La FBCF se refiere a la producción de bienes duraderos, sean tangibles o intangibles, como maquinaria, construcción de edificios o viviendas, equipamiento industrial y de oficinas, computadoras, etc (en países capitalistas se incluyen la compra de acciones, bonos y otros valores). En contabilidad eso se llama activo fijo, y se destina fundamentalmente a la inversión, no al consumo.  Esa es la “magia” que hace crecer a toda economía normal en este mundo.

Pero Cuba no es un país normal. Esa “magia” fue dinamitada a mediados del siglo XX por el dueto Fidel Castro-“Che” Guevara. Seis décadas después, el dictador Raúl Castro no solo se niega a liberar las fuerzas productivas, sino  que excluye al sector privado de la esfera de la producción industrial. Solo le permite prestar servicios rudimentarios no productivos, como los que había antes de que Da Vinci pintara la Mona Lisa.

Por eso Cuba es un país descapitalizado. Según los economistas, su tasa de ahorro e inversión anual no llega al 8%-9% del PIB, menos de la mitad del promedio de un 20% en América Latina. Por ejemplo, en República Dominicana  es de un 22%, en Nicaragua (24%), México (24%), Perú (20%), México (23%). Incluso en Haití es de 24%, según el Banco Mundial.

En fin, destartalado sector estatal castrista produce muy poco y encima no permite que los negocios privados  produzcan industrialmente los bienes de consumo que el Estado es incapaz de producir.

Si un emprendedor quiere ampliar su tallercito de reparación de calzado para producir zapatos, o carteras de mujer, no puede. Las leyes y la propia Constitución se lo impiden. A los cuentapropistas y a todo ciudadano  se les prohíbe invertir capital en su propio negocio, para ampliarlo o mejorarlo. El Estado les pone un techo muy bajo. Si sus ingresos superan ese tope va a la cárcel por “enriquecimiento ilícito”.  En otras palabras, Raúl Castro es el mismísimo perro del hortelano: ni produce ni deja producir.

La dictadura se niega también a liberar el campo y dejar que los campesinos y usufructuarios produzcan lo que quieran y vendan libremente sus cosechas a la población a precio de mercado. Eso aumentaría exponencialmente la producción alimentaria y evitaría la ya al parecer inevitable hambruna en Cuba.

La “Tarea Ordenamiento” es más de lo mismo

En cuanto a la “Tarea Ordenamiento”, anunciada pomposamente por el administrador del régimen, Miguel Díaz-Canel, ya nace tarada de oficio, pues no  rectifica el error fatal de excluir al sector privado de la producción industrial e insiste en mantener la camisa de fuerza con la que impide el desenvolvimiento de la iniciativa privada.

Contempla la reunificación monetaria, necesaria pero que con la economía en crisis disparará la inflación; la dolarización del comercio minorista y mayorista, así como  la eliminación de subsidios y gratuidades; aumentos de salarios (que serán engullidos enseguida por la inevitable inf

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