December 21, 2024

De quién es la bandera cubana?

Presidente cubano Díaz Canel y artista Otero Alcántara con bandera cubana.
El presidente Díaz Canel y el artista Otero Alcántara, se cubren con la bandera cubana.

Recientemente, revisando las redes sociales, me encuentro con una publicación que arremete contra Luis Manuel Otero Alcántara y todo el Movimiento San Isidro (MSI), por unas fotografías que han recibido divulgación oficialista, generalmente acompañada de comentarios negativos, en las que se observa al artista en el baño de una casa, sentado en el inodoro, con una bandera cubana cubriendo su cuerpo. Imágenes similares a esta se transmitieron en días recientes por la Televisión Cubana y algunos medios de prensa nacionales, con la intención de denigrar y difamar la obra artístico-social del grupo disidente y su coordinador.

A la hora de realizar esta difusión (que puede contarse entre las grandes muestras de manipulación mediática del gobierno cubano) fueron omitidos o escondidos algunos detalles deliberadamente, como, por ejemplo, que, durante ese tiempo, Otero Alcántara se encontraba realizando un performance, llamado Le Drapeau, que consistía en llevar consigo la bandera nacional a todos los sitios, como “segunda piel”, por espacio de un mes. Esta exhibición artística, tenía como objetivo convertirse en una protesta contra la Ley de los Símbolos Nacionales de la República de Cuba, aprobada en sesión ordinaria de la Asamblea Nacional, el 13 de julio de 2019; y que limita el uso de los atributos patrióticos, siempre que no se adecúe a los fines políticos que las autoridades consideren correctos.

A la iniciativa, comenzada por Otero Alcántara, se le sumaron múltiples artistas, intelectuales y ciudadanos cubanos, los cuales, por medio de una convocatoria en redes sociales, realizada por el Movimiento San Isidro, empezaron a publicar videos o fotografías de sí mismos con la bandera cubana en hombros, y con la etiqueta #LaBanderaEsDeTodos. No obstante, y, a pesar de la solidaridad desplegada con la causa, el artivista fue detenido en más de una ocasión por las autoridades, alegando delitos de “ultraje a los símbolos patrios”, y fue amenazado con la realización de un juicio sumario, como el que días atrás (en noviembre de este año) le fue celebrado a Denis Solís.

 

 

El artista Otero Alcántara con la bandera cubana. Performance Performance "Le Drapeau" 1
Performance “Le Drapeau” del artista Luis Manuel Otero Alcántara. Por un mes, no separarse de su bandera como su “segunda piel”.

 

Alcántara, sin embargo, en marzo, cuando apenas comenzaba la epidemia de Covid-19 a propagarse en Cuba, anunció, en su perfil de Facebook, la subasta de la misma bandera que utilizó en su performance, con la intención de donar el dinero recaudado al gobierno para combatir los daños que causaría la pandemia. Este acto, sin embargo, fue rechazado por el estado y los medios de comunicación digitales del régimen, los cuales calificaron la proposición de ayuda como “ridícula”, o “intento de subvertir el orden interno de la nación”.

Sin embargo, mientras tenía (y aún tiene) lugar la campaña de descrédito montada contra Luis Manuel y el Movimiento San Isidro en la isla, que incluye la difamación al mostrar (incluso, televisar) el supuesto uso “indebido” de los símbolos nacionales; el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, incurrió en la violación de la misma ley, en, al menos 3 artículos (Ver Anexo 1), al asistir a la Tángana “espontánea” del parque Trillo (convocada como respuesta oficial a la manifestación pacífica de días atrás frente al Ministerio de Cultura), con un pulóver que contiene una representación burda de la Bandera de la Estrella Solitaria, con líneas de más, sin ocupar un lugar de “máximo honor”.

Por supuesto, en este caso, los medios nacionales se hacen eco del silencio que amerita una violación de este tipo por parte del jefe de estado, a pesar de que, en las redes sociales digitales, no ha pasado desapercibida. Pero no es de extrañar, puesto que esta no fue la única infracción del presidente, ni el único silencio cómplice de las instituciones: con el coronavirus más activo que nunca, en la congregación “para defender la Revolución” se irrespetaron las medidas sanitarias, el distanciamiento social y el correcto uso de la mascarilla.

 

Un poco de historia

Nuestra bandera fue dibujada, por vez primera, por el matancero Miguel Teurbe Tolón (1820-1857), cubano que se vio forzado al exilio. También diseñó el Escudo de la Palma Real, aunque este no conserva la configuración de los primeros años. Palabras del poeta e intelectual, José Lezama Lima, en su Antología de la poesía cubana, lo describieron de la siguiente manera:

“Fue uno de los más interesantes tipos de cubanos que hayan existido. Conspirador, emigrado, profesor, filólogo, amante, ser decepcionado, enfermo, vive todas las posibilidades que le da su época en una dimensión de lucha y de peligro. Cultiva los más variados metros, sonetos, décimas, romances, en una obra desigual, no cuidada, pero atractiva y simpática (…) ha vivido en una forma acumulativa y muy cubana; el tiempo para él no es lento y sucesivo, sino rápido y concurrente (…) Lo más asombroso de Teurbe Tolón fue su coraje, su reciedumbre moral, que lo lleva a luchar contra todas las adversidades, con la secreta alegría de lo germinativo poético”.

La bandera cubana fue, en ese entonces, y a lo largo de la historia, utilizada como expresión de las luchas de los cubanos. Fue confeccionada por un disidente y su esposa, Emilia, en su residencia, mientras conspiraba en favor de la libertad, junto con el escritor Cirilo Villaverde, el general venezolano Narciso López (quien la ideó), el yumurino Juan Manuel Macías, y su secretario personal. Fue inspirada por otros tantos procesos sediciosos, como la guerra de independencia de los Estados Unidos, y la Revolución Francesa de 1789 (cuya bandera presentaba los mismos tres colores: rojo, azul y blanco).

Villaverde, participante y testigo, describió el proceso, el cual estuvo mediado por las tendencias masónicas de López, quien “optó por el triángulo equilátero, cuyos lados iguales aluden a la divisa masónica de libertadigualdad y fraternidad y a la división tripartita del poder democrático”. De esta forma, el 19 de mayo de 1850, el también general Macías y Sardiñas, la utilizó por primera vez, en la bahía de Cárdenas.

Posteriormente fue adoptada como insignia de nuestras luchas por la independencia. En la Asamblea de Guáimaro, la insurrección, aunque dividida, se sentó a dialogar en un contexto donde la República de Cuba en Armas intentaba organizarse, exponiendo la diversidad de los pensamientos e ideas de los ahí presentes: existían dos banderas y tres poderes políticos, con las más variadas propuestas para el modelo de país que se adoptaría aún en la guerra.

Siempre ha sido el refugio de aquellos que, no quedándoles otro recurso, se cobijan en ella para defender las causas individuales y comunes de la nación. El propio Martí expresó ese sentimiento, en noviembre de 1891, en el Liceo cubano en Tampa, en su discurso, tan proclamado, tan malogrado en nuestro país, Con todos y para el bien de todos. Decía:

“Ni vería yo esa bandera con cariño, hecho como estoy a saber que lo más santo se toma como instrumento del interés por los triunfadores audaces de este mundo, si no creyera que en sus pliegues ha de venir la libertad entera, cuando el reconocimiento cordial del decoro de cada cubano, y de los modos equitativos de ajustar los conflictos de sus intereses, quite razón a aquellos consejeros de métodos confusos que sólo tienen de terribles lo que tiene de terca la pasión cuando se niega a reconocer cuánto hay en sus demandas de equitativo y justiciero. ¡Clávese la lengua del adulador popular, y cuelgue al viento como banderola de ignominia, donde sea castigo de los que adelantan sus ambiciones azuzando en vano la pena de los que padecen, u ocultándoles verdades esenciales de su problema, o levantándoles la ira: – y al lado de la lengua de los aduladores, clávese la de los que se niegan a la justicia! (…) No juzgue de prisa el de arriba, ni, por un lado: no juzgue el de abajo por un lado ni de prisa. No censure el celoso (…) No desconozca el pudiente el poema conmovedor, y el sacrificio cruento, del que se tiene que cavar el pan que come; de su sufrida compañera, coronada de corona que el injusto no ve; de los hijos que no tienen lo que los hijos de los otros por el mundo. ¡Valiera más que no se desplegara esa bandera de su mástil, si no hubiera de amparar por igual a todas las cabezas!”.

 

Hablando de reclamos…

Resulta que, muchas veces, el amor a la patria es utilizado por las clases dominantes con el fin de crear una conciencia social de paralelismo entre gobierno y símbolos nacionales, robando todo el significado patriótico que traen estos, porque a lo largo de la historia hayan simbolizado las causas justas y reclamos auténticos de la nación que representan.

El uso de la bandera, y, por extensión, de todos los símbolos del país (sea cual sea), constituyen un modo válido de expresar inconformidad política, cultural, o social. La lucha por los derechos civiles se ha visto enormemente reflejada en las protestas (pacíficas) realizadas por medio de los conceptos y significantes patrióticos propios de muchas naciones. Ejemplo de ello fueron las numerosas manifestaciones socio-culturales en la década de 1960 en los Estados Unidos.

Cuando el guitarrista Jimmy Hendrix se atrevió a interpretar el himno estadounidense a finales de los 60 del pasado siglo, en el concierto de Woodstock, como protesta contra la guerra de Vietnam, representó el reclamo de un importante sector de la sociedad estadounidense. Él, negro y zurdo, demostró con ese gesto cuánto se puede amar a un país y, a la vez, odiar la política de su gobierno.

Como protesta en contra de la guerra de Vietnam también se puede contar un evento en el Central Park, en el año 1968, donde varios activistas por la paz protagonizaron una quemada de banderas. También quemó la bandera el veterano de la Segunda Guerra Mundial, Sidney Street, para denunciar el asesinato del activista James Meredith; además lo hizo Gregory Lee Johnson (aunque este en 1984), para manifestar su inconformidad contra las políticas del presidente estadounidense Ronald Reagan.

Estos reclamos constituyeron un avance importante de las leyes con respecto al uso ciudadano de la bandera como mecanismo para protestar, y en torno a la libre expresión en ese país.

En esos momentos es donde salen a relucir los valores democráticos de una sociedad. Cuando el respeto a las libertades civiles, y el bienestar común de todos los habitantes se garantizan por encima de conceptos; cuando existe un grado de inclusión tal que pueda entenderse que los reclamos de uno pueden ser amparados por los mismos símbolos que protegen los intereses de otros.

 

Arte con bandera

La historia también contiene muestras de la utilización de la bandera cubana en la crítica social y el arte. Ya a finales del siglo XIX la exhibían los exiliados cubanos (sobre todo los tabaqueros de Tampa y Cayo Hueso) en fotografías y bocetos: la mostraban en manos del ejército mambí, como provocación. También la incluían en sus publicaciones, representada en caricaturas, páginas de la prensa anticolonial. No solo la exponían como el símbolo de la nación, sino también como alegoría del amor a la patria de quienes la sentían suya.

 

Portada de revista Carteles, virgen y bandera cubana.
Portada de revista Carteles.

 

Con la instauración de la República, su uso en el arte cobró un nuevo significado. En los años 20, la reacción vanguardista de la plástica y el auge de las revistas gráficas de la época, trajeron consigo el uso de la bandera como referente de cubanía. La sátira y el humor gráfico en el periodismo impreso ocuparon un lugar prominente, junto a las ilustraciones gráficas, y la publicidad.

En la etapa postrevolucionaria, el arte contemporáneo también ha sido testigo de la utilización controversial de los símbolos patrios. Uno de los más relevantes autores ha sido Tomás Esson, con obras como Escudo, y Bandera Cubana (ambas de 1988), en las cuales los símbolos nacionales están hechos de tripas, con partes mutiladas; por supuesto, su exposición fue censurada por las autoridades de la isla.

Otro caso es el de Pedro Álvarez, con su pintura Winter is Coming to an End (1999), donde se representa, a través de imágenes de propagandas de la República, la entrada de los Estados Unidos (y su alianza con Cuba) en el conflicto hispano-cubano-norteamericano, luego de la explosión del USS Maine en febrero de 1898.

Quizás el caso más representativo de la crítica social a través del uso artístico de la bandera en esta etapa, sea la obra Aún con mi enemigo bajo el mismo techo (1988) de Rubén Torres Llorca; que es la sucesora de Con mi enemigo bajo el mismo techo (1987). En ellas, la bandera actúa como un velo, colocada sobre dos cabezas esculpidas, limitándolas a ese espacio, como si fuera una prisión, donde ambas se observan fijamente. Significan la sustracción de opiniones disidentes, contrarias, por parte de un poder que (en cierto modo) logra adueñarse de la representación de la bandera, para ocultarlas.

También el artista Wilfredo Prieto (quien recientemente, en defensa del régimen, arremetiera contra el arte independiente cubano), presentó la obra Apolítico (2001), en la cual exponía las banderas de 31 países diferentes en escalas de grises (incluyendo, por supuesto, a la de Cuba).

 

Bandera cubana sobre nicho, obra de artista Rubén Torres
Obra del artista Rubén Torres: “Aún con mi enemigo bajo el mismo techo” (1988)

 

El arte cubano en general se ha visto motivado a utilizar la simbología de la nación para expresar sentimientos e ideas inherentes al pensamiento social, en considerables ocasiones; y no pocos son los artistas que han defendido este derecho a través de sus obras. Pueden contarse (aparte de los ya mencionados), entre ellos: Adriana Arronte, Ángel Delgado, Carlos Martiel, Cirenaica Morena, Ciro Quintana, Franklin Álvarez, Fernando García, Fernando Rodríguez, Lázaro Saavedra, Osvaldo Yero, Pedro Pablo Oliva, Rafael Domenech, Rubén Torres Llorca, Sandra Ceballos, Sandra Ramos, Tania Bruguera y Luis Manuel Otero Alcántara.

Y mientras se intenta criminalizar (y hasta matar) el arte, en tributo de conceptos que no le pertenecen a nadie, salvo al pueblo cubano; la bandera, como en los versos de Bonifacio Byrne, lánguida y triste tremola.

 

ANEXO 1:

Ley de los Símbolos Nacionales de la República de Cuba:

Artículo 12: La Bandera Nacional se usa con el mayor respeto y cuidado, ocupando siempre un lugar visible, preeminente y de máximo honor.

Artículo 33: Las personas naturales pueden usar la Bandera Nacional en sus vehículos, portarla en actos públicos, exhibirla en sus lugares de residencia o de trabajo, observando el respeto y cuidado que se exige en esta ley.

Artículo 80: Los símbolos nacionales cuando se usen en prendas de vestir, objetos, obras de arte y escritos, se usan con el mayor respeto y decoro, lo que se precisa en la actitud de consideración y deferencia que debemos tener hacia ellos por representar en sí mismos a TODA la nación cubana y su historia.

En tal sentido, corresponde tener en cuenta el contexto en que se utilicen y el objeto en que pueden estar representados.

En prendas de vestir, los símbolos nacionales deben ir situados al frente o lateral de las mismas, en forma de gallardete o cinta en la parte superior frontal de pantalones o sayas y no formar parte de pañuelos, ropa interior, de baño o toallas, delantales y calzados.

Artículo 81: Se pueden utilizar los símbolos nacionales en productos comunicativos con fines publicitarios, solo cuando los mensajes que se trasladen contribuyan a fomentar y desarrollar en las personas valores patrios, a formar una conciencia patriótica de respeto y veneración a ellos y a la tradición histórica de la nación; sin alterar los elementos que lo conforman o denigrar su imagen.

Ynariel

(La Habana, Cuba). Escritor, periodista y actor de teatro. Ex-colaborador del festival de cine “La Muestra Joven”. Ambientalista y promotor del veganismo en Cuba.