No se cansa este régimen de hacer el ridículo
Está en su apogeo un carnaval de mentiras y difamaciones por parte del oficialismo. Los medios al servicio del régimen son muy previsibles, pero esta vez, al intentar vincular con actos terroristas a los del Movimiento San Isidro, han batido sus habituales récords de infamia y sinverguencería
LA HABANA, Cuba.- La huelga de hambre de San Isidro y la consecuente protesta, durante más de doce horas, de varios centenares de artistas frente al Ministerio de Cultura en reclamo de libertad de expresión, han roto “la triste monotonía de las dictaduras” que decía Jorge Luis Borges. Y lo han hecho en el momento más desesperanzador y aburrido, cuando parecía que todo se limitaba a hacer colas para conseguir algo que comer, y sacar cuentas —restar y dividir, más que sumar —, a ver cómo vamos a arreglárnoslas con nuestros bolsillos que no aguantan más remiendos.
No es que haya mucha expectativa con el diálogo entre los reclamantes y las autoridades del régimen. Se sabe que muy poco se conseguirá, si es que algo se consigue, más allá de dilaciones, engañifas e insidias para crear divisiones.
Bastante hubo con que Fernando Rojas, el viceministro de Cultura, que nunca ha llegado a ministro porque carga con el pecado de tener un hermano bien pensante exiliado, se mostrara inusualmente prudente en la TV y no amenazara, fajarín como es, con caerle a trompadas a los protestones.
No olvidemos que el Ministerio de Cultura y sus alrededores, todo el tiempo que duró la protesta, estuvieron rodeados por las fuerzas represivas, en actitud amenazante, y que no escatimaron el gas pimienta para impedir que se sumara más gente. Y todavía siguen en la calle, por si acaso, tanto es el miedo, los boinas negras antimotines.
Está en su apogeo un carnaval de mentiras y difamaciones por parte del oficialismo. Los medios al servicio del régimen son muy previsibles, pero esta vez, al intentar vincular con actos terroristas a los del Movimiento San Isidro, han batido sus habituales récords de infamia y sinverguencería, especialmente el periodista Lázaro Manuel Alonso y esa tóxica babosa leguleya que responde al nombre de Humberto López.
Hay que reconocer —es mi opinión — que algunos miembros del Movimiento San Isidro, con su excesivamente chocante irreverencia, se la han puesto fácil a los difamadores papagayos del régimen. Eso, por no hablar del vídeo del rapero Denis Solís enfrentando al policía, que, como prueba del desacato, parece filmado en el ICRT, con guión del Ministerio del Interior, para el serial “Tras la huella”.
Óigame, pero, ¡partieron el bate con eso de intentar vincular a los del Movimiento San Isidro con actos terroristas!
¿Y qué me dicen, ay Gene Sharp, de los llamados a realizar sabotajes y ataques a la policía que se supone sean pagados con recargas telefónicas desde Miami?
No se cansa este régimen de hacer el ridículo. El colmo fue la llamada “tángana espontánea en apoyo a la revolución” del 29 de noviembre en el capitalino Parque Trillo. Espontánea, convocada por el gobierno por todos los medios a su servicio, con sistema de audio y demás logística facilitada por el estado. Y con la presencia del presidente Díaz-Canel, olvidado del distanciamiento social por la pandemia, con una camiseta que recordaba al Capitán América y desafinando, cual rana toro, con una canción de Silvio Rodríguez.
Pero siempre se las arregla el régimen para sacar algún provecho, incluso de sus papelazos. Sobre el acto del Parque Trillo —al que seguirán muchos otros, no dude que los convocarán—, ya he escuchado a algunos decir que la multitud de amaestrados que acudió y que no se puede decir que fueron obligados ya que no había forma de obligarlos en las escuelas y los centros de trabajo, porque era domingo y la convocatoria se hizo la noche antes, es prueba de que este pueblo se acostumbró a regodearse en la opresión y no se merece la libertad.
Esa es la peor y más desafortunada conclusión a la que se puede llegar. Máxime en este momento de definiciones. Ya hemos chapoteado durante demasiado tiempo, como víctimas cínicas y jaraneras, en el lodo de la indefensión inducida.
Más que con los sumisos y oportunistas musulungos del Parque Trillo, y con los pesimistas y pusilánimes que dicen que nada se puede hacer, que no vale la pena el sacrificio, me quedo con los artistas valientes y dignos que vencieron el miedo y frente al Ministerio de Cultura reclamaron su derecho (y el nuestro, el de todos los cubanos) a ser libres.
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Luis Cino Álvarez (La Habana, 1956).
Trabajó como profesor de inglés, en la construcción y la agricultura.
Se inició en la prensa independiente en 1998. Entre 2002 y la primavera de 2003 perteneció al consejo de redacción de la revista De Cuba. Fue subdirector de Primavera Digital. Colaborador habitual de CubaNet desde 2003. Reside en Arroyo Naranjo. Sueña con poder dedicarse por entero y libre a escribir narrativa. Le apasionan los buenos libros, el mar, el jazz y los blues.
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