Al regreso de mi reciente viaje a Cuba me encontré con muchos mensajes de apoyo y ayuda para difundir el mensaje de que fuimos perseguidos y sometidos a intensos interrogatorios de la Seguridad del Estado durante nuestra estancia en la Isla. Pero para mi sorpresa también me encontré con algunos ataques de amigos cercanos y otros totalmente desconocidos. ¿A qué fuiste a Cuba? ¿Sabes que pusiste en peligro a tu madre al visitar a Luis Manuel Otero Alcántara? ¿Cómo se puede ser tan inconsciente?

No son argumentos nuevos. De hecho, la gran mayoría de los cubanos emigrados que aún deambulan por países con plenos derechos arrastrando los grilletes de la dictadura cubana argumentan estas mismas justificaciones para evitar decir públicamente lo que dicen a escondidas en la intimidad de sus madrigueras en Miami, París, Milán o Londres.

A muchos los entiendo. No están listos para gritar a todo pulmón lo que sienten, tienen mucho miedo de las consecuencias o no les interesa el futuro de Cuba. Aunque respeto su decisión, lo que no puedo aceptar es la cobardía de atacarnos por nuestra decisión de ir a Cuba y no dejar detrás la libertad, la dignidad y la democracia con la vivimos fuera. “El miedo tiene su uso, pero la cobardía no tiene ninguno”, dijo en una ocasión Mahatma Gandhi.

Creo firmemente que este es uno de los problemas que tenemos hoy para que el resto del pueblo cubano fuera y dentro de la Isla levante su voz en contra de la dictadura. Además del miedo nacional que se ha fijado en el tejido de la sociedad cubana, existe el odio natural del rebaño a todo aquel que hace algo distinto. Algo que se pueda considerar inseguro y no probado. Y no es tanto por la acción en sí misma, sino por la osadía de querer hacer algo diferente. Algo que tal vez nos demuestre que no estamos del lado correcto de la historia. La reacción natural es el rechazo, y en algunos casos el ataque.

Mi madre me conoce bien y sabe que desde que era un adolescente los puntales de la dictadura y los cobardes del silencio me etiquetaron de “diversionismo idelógico” por mi forma de pensar y de expresarme. También sabe que jamás he ido a Cuba dejando detrás las libertades que tanto me costó alcanzar y nunca me ha pedido o insinuado que pare de expresarme de forma libre en Cuba o que me tenga que quedar en otra casa o no ir a visitarla. De haberlo hecho no la hubiera visitado sin cuestionarla o juzgarla.

Últimamente está de moda lanzar retos en las redes sociales con cubos de hielo en la cabeza, fotos de la infancia o imágenes de felicidad. Yo les traigo hoy el mío.

Reto a todos los cubanos que vayan a Cuba a que el último día de su viaje visiten a uno de los miembros del Movimiento San Isidro, se tiren una foto con ellos y la suban a las redes sociales.

Cuando visites Cuba llévate contigo la libertad, la dignidad y la democracia con la que vives fuera. Llévala, ellos la necesitan.