December 23, 2024

¡Que Dios se apiade de Cuba!

¡Que Dios se apiade de Cuba!

La política anti-pandemia de las autoridades cubanas se centra en echarle la culpa del actual rebrote al pueblo de la Isla.

Francisco Durán García, Cuba, pandemia de coronavirus
Francisco Durán García, director nacional de Epidemiología del MINSAP (Foto: Archivo)

LA HABANA, Cuba. – Este sábado, el doctor Francisco Durán García, director de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública (MINSAP), compareció ante las cámaras de la Televisión Cubana. El programa extraordinario, visible en www.rcm.cu, estuvo motivado por el alarmante incremento del número de casos confirmados de la COVID-19. Ese día alcanzó la cifra de 365, que es considerable, pero resultó opacada por la anunciada este domingo: 388.

El galeno, que tan ecuánime y sereno había parecido durante su primera temporada de comparecencias televisivas diarias, se mostró esta vez exaltado y aun belicoso. Abandonó por completo el aspecto de “buena gente” que parecía caracterizarlo. En lugar del lenguaje técnico al cual solía limitarse, no vaciló en incursionar en el terreno de la política.

Esto incluyó alusiones a las medidas de Estados Unidos contra el régimen castrista (“un bloqueo que cada vez es mayor”) y a la saga del niño Elián González (“¡Nosotros trajimos a Elián!”). Al parecer, el epidemiólogo desea reverdecer sus credenciales “revolucionarias”, que empezó a sentar hace decenios en su natal Santiago de Cuba, cuando empezó a trepar la pirámide de la burocracia médica nacional.

Por entonces fue nombrado director (¿no sería mejor decir alcaide?) del sidatorio santiaguero. Recuérdese que, por aquellas fechas, y de acuerdo con la inhumana orden dada por “el Comandante” que tanto admira Durán, las personas diagnosticadas con VIH eran encerradas de modo inmisericorde en esos supuestos centros asistenciales. En realidad, esas sucursales del horror constituían verdaderos campos de concentración para los pacientes.

El excarcelero oriental y actual Epidemiólogo en Jefe arremetió contra “las indisciplinas que están provocando esta situación”, las cuales “no tienen otro nombre”. De modo especial señaló “las violaciones de Fin de Año” y las “personas tiradas unas arriba de otras en las calles”. Una vez más —pues— “la culpa no cae en el suelo”, como reza el sabio refrán. Ahí está el complaciente Liborio Pérez, personificación del pueblo cubano, para cargar con toda la responsabilidad.

Los regímenes dictatoriales (en especial cuando tienen una vocación totalitaria, como el de Cuba) son muy propensos a culpar de todas las desventuras y deficiencias a sus mismos súbditos. Ejercen la plenitud del poder; no hay siquiera un simple concejal que de algún modo actúe como opositor a la camarilla de los jefes. Pero nunca las medidas arbitrarias provenientes de lo alto son culpables de algo.

Cabe recordar aquí las palabras de Adolfo Hitler en su búnker berlinés, cuando era ya inminente el fin del Tercer Reich que, se suponía, iba a durar un milenio. En medio de la catástrofe originada por sus políticas aventureras y criminales, con grandes zonas del país ya ocupadas por los enemigos, el Führer confió a sus íntimos: “El pueblo alemán no ha sabido estar a mi altura. De modo que se merece lo que está sufriendo…”.

Sin llegar a esos extremos (“por ahora”, como diría el golpista Hugo Chávez), los castristas tienen similares enfoques. El pobre cubano de a pie es el único culpable; lo mismo de los numerosos accidentes de tránsito que de las imponentes lomas de basura acumuladas en esquinas y solares yermos. Y ahora, además, de la extensión de la pandemia.

Al parecer, ninguna responsabilidad tiene el Gobierno castrista, que, para empezar, propició la entrada del virus con su miope política de anunciar a Cuba como un supuesto “destino seguro” para visitantes extranjeros. Y que ahora mismo mantiene la llegada de turistas de países con alta incidencia del SARS-Cov-2, como Rusia y España.

O que propicia situaciones como la que este periodista pudo observar en la tienda de Línea y 12, en el Vedado habanero, la misma que figuró en las noticias hace unas semanas al haber sido apedreada una de sus vitrinas. Este domingo, mientras yo hacía la inevitable cola, una uniformada advirtió que una de las empleadas era sospechosa de la pandemia.

“Su marido dio positivo”, dijo. Y agregó: “Se hizo una desinfección, pero no la que está orientada para estos casos”; “quien entre lo hará por su cuenta y riesgo”. Por supuesto que me retiré de inmediato. Dios quiera que nadie se contagie en ese comercio, pero si ello sucediera, ¿a quién se culpará de ello? ¿Quedarán exonerados quienes no hicieron la desinfección necesaria antes de abrir la tienda? Es lo más probable.

Lo mismo es válido para la policía, que persigue, arresta y multa a los nacionales que deambulan sin nasobuco, pero que tolera esa misma conducta en los huéspedes foráneos. Como denunció la forista Iliam Suárez: “Estos extranjeros en su propio país no andan así, ¿por qué en el mío lo hacen sin nadie que les multe o les llame la atención?”. La misma fuerza pública no interviene en las fiestas en las cuales se incumplen las medidas de distanciamiento social.

Pero el enardecido doctor Durán responsabiliza de esas omisiones a los mismos cubanos de a pie. ¿La solución? La actuación de las “organizaciones de masas”: “Los CDR, la Federación, la ANAP, la CTC…”. También la probada y antiquísima chivatería: “Nadie denuncia; nadie protesta”, se queja el combativo galeno. De paso, propone “medidas fiscales”, término con el cual parece querer referirse a la actuación de los acusadores públicos.

Y las amenazas, aunque afirmó que no eran tales: Anunció la “aplicación de medidas”. Y continuó: “Estamos hablando de denuncias; estamos hablando de procesos legales”. Se expresó en esos términos porque cree que se requiere, dijo. “Está bueno ya de mensajitos” o de recomendaciones. “Aquí no hay nada que aconsejar”, concluyó.

Así andan las cosas en la Cuba de hoy. En adición al desabastecimiento y la consiguiente amenaza de hambruna, al caos entronizado por la “Tarea Ordenamiento” (que no es más que una terapia de choque al estilo del comunismo salvaje, aunque el señor Díaz-Canel lo niegue), se suma ahora el fuerte rebrote de la pandemia. Como reza la expresión religiosa: “¡Que Dios nos coja confesados!”.

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René Gómez Manzano

(La Habana, 1943). Graduado en Derecho (Moscú y La Habana). Abogado de bufetes colectivos y del Tribunal Supremo. Presidente de la Corriente Agramontista. Coordinador de Concilio Cubano. Miembro del Grupo de los Cuatro. Preso de conciencia (1997-2000 y 2005-2007). Dirigente de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil. Ha recibido premios de la SIP, Concilio Cubano, la Fundación HispanoCubana y la Asociación de Abogados Norteamericanos (ABA), así como el Premio Ludovic Trarieux. Actualmente es miembro de la Mesa de Coordinación del Encuentro Nacional Cubano