Sanción a Navalny: ¿Inicio del fin de Putin?
La nueva pena dictada contra el líder opositor ruso parece augurar el aumento de la oposición a la dictadura “putinesca”
LA HABANA, Cuba. – Para este periodista, escribir de nuevo sobre el líder opositor ruso Alexéi Navalny constituye, más que un deber, una obligación moral, un verdadero imperativo categórico. Máxime ahora, ante la orden judicial de mantenerlo encarcelado durante un período adicional de casi tres años, que acaba de ser dictada y anunciada en Moscú.
Mis anteriores incursiones en esos temas han estado motivadas por situaciones que han sido noticia en la prensa mundial: el intento de envenenamiento con “Novichok”, un arma biológica de la era soviética; la solidaridad de la Alemania libre, cuyos médicos lograron salvarle la vida; la identificación, por el mismo Navalny, de sus asesinos; la confesión que, con gran astucia, logró arrancar a uno de estos; el arresto arbitrario que sufrió el pasado 17 de enero al regresar a su Patria.
De todo lo anterior se ha enterado la opinión pública internacional, pero también la de Rusia. El dictador Putin controla por completo la prensa escrita, televisiva y radial del inmenso país, pero las redes sociales y el “potro salvaje del Internet” están al alcance de sus ciudadanos. Y las presentaciones del líder democrático, que suelen comenzar por la sencilla frase “Saludos, soy Navalny”, han sido vistas por decenas de millones de sus compatriotas.
Con su incesante persecución, el actual inquilino del imponente Kremlin moscovita está tentando la suerte. El intento de asesinato ordenado por él no provocó reacciones mayores; las denuncias de la corrupción
“putinesca” o las realizadas (¡con nombres y apellidos!) contra los sicarios encargados de ejecutar y encubrir el crimen, despertó enorme interés, mas no acciones ciudadanas concretas. Pero el arresto del líder a su retorno a Moscú ha movilizado a decenas de miles de compatriotas que han protestado cada fin de semana en ciudades de todo el gigantesco país.
Ahora, los obsecuentes tribunales rusos (los mismos que no se han dado por enterados de las documentadas denuncias públicas de la intentona homicida) sí han procedido… ¡contra Navalny! Primero, al disponer que fuese detenido al regresar a su Patria por haber infringido —afirman ellos— las reglas de la libertad condicional a él otorgada con ocasión de una sanción anterior (la cual, según la Corte Europea de Derechos Humanos, es “ilegal y arbitraria” y fue impuesta “por motivaciones políticas”).
(Conforme a la torcida interpretación de la Ley —¡es menester darle algún nombre!— que hacen los juristas al servicio incondicional de Putin, el hecho de encontrarse en estado de coma, debatiéndose entre la vida y la muerte, ¡no eximía a Navalny de su obligación de concurrir religiosamente a firmar en el libro de acusados en libertad condicional!…).
Pero este martes se dio la noticia que llueve sobre mojado: no contentos con el arresto del político opositor a su llegada al aeropuerto moscovita de Sheremétievo, ahora, tras un nuevo proceso espurio, una corte dispone que don Alexéi permanezca tras las rejas durante casi tres años más. Las palabras que Navalny pronunció desde la caja de cristal en la que permaneció encerrado durante la audiencia son lapidarias: “Me castigan por sobrevivir a un intento de asesinato ordenado por Putin”.
El político de 44 años no vaciló en ridiculizar al dictador. Después de recordar a grandes personajes de la historia rusa, como Alejandro el Libertador y Yaroslav el Sabio, lanzó su estocada: “Ahora tenemos a Vladimir el Envenenador de Calzoncillos (una referencia a la prenda íntima en la que —se supone— fue untado el veneno que casi mata al líder opositor).
También declaró —con total acierto, creo— que el sentido de su encarcelamiento no es castigarlo a él, sino tratar de infundir miedo a sus partidarios; a los mismos que, enfrentando golpizas y detenciones arbitrarias, han permanecido en plazas y calles de las ciudades rusas para denunciar el atropello. “Esto es una demostración de debilidad, no de fortaleza”, sentenció Navalny.
Y todo esto, en presencia de la veintena de embajadores extranjeros que mostraron la solidaridad de sus respectivos países asistiendo a la farsa judicial. El prestigioso The Washington Post, en un editorial, pide a los países libres que muestren un respaldo más tangible: “Putin se ha dedicado a explotar las debilidades en los sistemas democráticos. Este es el momento de devolverle el favor”, plantea el influyente diario.
Repito: con su actuar, Vladimir Putin está tentando la suerte. Creo que, lejos de aplacar el descontento popular, la nueva sentencia sólo logrará intensificar las manifestaciones. En lugar de las decenas de miles que hasta ahora han salido de sus casas, cabe pensar en que, en lo adelante, los que protesten serán cientos de miles, si no millones. ¡Ojalá así sea! Para bien de la justicia, de la gran Rusia y de la causa de la libertad y la democracia en todo el mundo.
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(La Habana, 1943). Graduado en Derecho (Moscú y La Habana). Abogado de bufetes colectivos y del Tribunal Supremo. Presidente de la Corriente Agramontista. Coordinador de Concilio Cubano. Miembro del Grupo de los Cuatro. Preso de conciencia (1997-2000 y 2005-2007). Dirigente de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil. Ha recibido premios de la SIP, Concilio Cubano, la Fundación HispanoCubana y la Asociación de Abogados Norteamericanos (ABA), así como el Premio Ludovic Trarieux. Actualmente es miembro de la Mesa de Coordinación del Encuentro Nacional Cubano
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