La reciente celebración de la “Jornada Ideológica Maceo-Che” introdujo importantes novedades
viernes, 16 de junio, 2023 5:38 pm
en Opinión
LA HABANA, Cuba. — El pasado miércoles 14 se conmemoró en Cuba el supuesto nacimiento del rosarino Ernesto Guevara (bautizado por la propaganda comunista como “Guerrillero Heroico”). También, aunque en un plano bien secundario, el del Titán de Bronce Antonio Maceo. La hipotética coincidencia de ambas fechas sirvió al régimen castrista, durante decenios, para conmemorar lo que acostumbraron llamar “Jornada Ideológica Maceo-Che”.
Y conste que he usado los adjetivos “supuesto” e “hipotética” no de manera gratuita. Es el caso que diversos interesados en el tema ponen en duda que el argentino famoso haya nacido ciertamente el 14 de junio de 1928. Afirman que vio la luz en otra fecha y que ese dato se alteró en su inscripción en aras de no poner de manifiesto su bastardía: el verdadero día de nacimiento habría revelado que fue concebido fuera de matrimonio.
En cualquier caso, la conmemoración simultánea de ambos sucesos representa una arbitrariedad. Los comunistas antillanos se asemejan en esto a los estudiosos del firmamento que agrupan en constelaciones a cuerpos celestiales diversos, separados entre sí por distancias siderales. Y hacen esto sólo en base a la cercanía que ellos aparentan tener para quienes los observamos desde este planeta que es, a escala universal, una verdadera insignificancia.
En una constelación cualquiera pueden figurar, digamos, una estrella que nos parece muy radiante sólo por su cercanía, pero también toda una galaxia constituida por millones o millardos de cuerpos celestes. Vistas desde la Tierra, una y otra pueden parecer iguales en importancia y brillantez, pero las diferencias entre ambas pueden ser, en realidad, abismales.
De manera análoga, la propaganda castrista parangonó durante decenios a un gigante del más genuino patriotismo cubano y el arte militar, como Antonio Maceo, a un extranjero pretencioso que, en lo civil, se destacó por ayudar a imponer a los ciudadanos de esta Isla un régimen dictatorial, extranjerizo y disfuncional, y en lo castrense, cosechó derrotas antológicas, como las del Congo y Bolivia.
Pese a esa diferencia abismal existente entre uno y otro personaje, los agitadores comunistas los equipararon durante todo ese tiempo. No obstante, tal vez por un resto de pudor, o por un deseo expreso de no ir a contrapelo del sano nacionalismo patriótico de los cubanos, siempre colocaron en primer plano (al menos de dientes para afuera) al gran Titán de Bronce. Esto se reflejaba incluso en el orden de los elementos del binomio; repito: “Maceo-Che”.
Pero he aquí que el actual equipo gobernante de la Isla, pese a alegar ser “continuidad”, ha echado al olvido esas prácticas del pasado. El miércoles se celebró la “Gala Homenaje a Ernesto Che Guevara en el Aniversario 95 de su natalicio”. El texto de las distintas notas publicadas por los medios de agitación castristas coincide en este punto. Algunas recuerdan en un parrafito, como una especie de pariente pobre, al general Antonio; Juventud Rebelde ni lo mienta. ¡Y hay que agradecérselo, porque es indignante que se mencione a ambos personajes históricos, pero relegando a Maceo a un distante segundo lugar!
Los artistas que participaron en la gala-homenaje, y las obras que presentaron en ella son elementos prominentes del mito guevariano tejido por el castrismo. Descuella entre ellas la Tonada del Albedrío, entonada por su creador, Silvio Rodríguez. El brillante músico, tan discutido en el plano político, no escatimó adjetivos elogiosos: “Guevara el Hermoso”, “Che legendario”, “Guevara el Humano”. ¡Esto dicho del hombre que le confesó a su propio padre que le gustaba matar!
En medio de esas loas tendenciosas, unas estrofas que en la Cuba castrista resultan subversivas: “Ningún intelectual debe ser asalariado del pensamiento oficial”… ¡Y que esto se cante en Cuba! ¡En presencia de la plana mayor del régimen y de sus jefes de la Cultura! ¡Ay, Silvio! ¡Consecuente siempre hasta con sus propias inconsecuencias!
La conmemoración de la efeméride fue motivo suficiente para que la periodista Camila Acosta, escribiendo desde esta misma Habana, publicara aquí en CubaNet una valiente crónica, en la cual se califica a Guevara de la Serna como un “sociópata asesino”. También recuerda los cientos de fusilamientos que se ejecutaron bajo su mando en la Fortaleza de La Cabaña.
La colega cita una de las frases escritas en blanco y negro por el personaje: “Un revolucionario debe convertirse en una fría máquina de matar motivado por odio puro” (¡Allá Silvio cuando, en la tonada ya citada, osa afirmar: “Al buen revolucionario sólo lo mueve el amor”!). Acosta cita también el testimonio del Padre Bustos. Según el cura, “Guevara el Humano” obligaba a “los familiares que iban a recoger los cadáveres de los fusilados a pasar por el famoso paredón manchado con la sangre fresca de las víctimas”.
Para terminar esta crónica con una viñeta que caracteriza a este personaje tan idolatrado por el rojerío internacional, creo que resulta oportuno repetir una anécdota que escuché hace decenios durante una conversación sostenida por dos dirigentes comunistas de nivel medio-alto en la época en que yo me desempeñaba como asesor jurídico de un organismo estatal.
Lo más curioso es que los dos interlocutores jamás pronunciaron una palabra que estuviese dirigida directamente contra el señor Guevara o su conducta. ¡Claro que esto hubiera estado muy mal visto en una plática entre “revolucionarios”! ¡Hacer en Cuba una crítica directa del deificado Che hubiera expuesto a su autor a todo género de consecuencias desagradables!
Ambos se limitaron a narrar una anécdota de cuando al comandante Pedro Miret, tras asumir el mando de La Cabaña como sucesor inmediato de Guevara, le correspondió presidir por primera vez una de las sesiones de fusilamientos que allí se realizaban. Al llegar al sitio del ajusticiamiento, vio que el lugar estaba invadido por una verdadera turba de curiosos.
Aquellos sujetos se habían congregado para “disfrutar” el macabro espectáculo. No sólo observaban lo que pasaba; también dirigían burlas diversas a los desdichados que estaban a pocos minutos de ser arrancados de este mundo. Quienes narraban la anécdota no entraron en ese detalle, pero resultaba evidente, por el contexto, que ese espectáculo había sido tolerado durante años por el rosarino fusilador de cubanos.
Ya sabemos que Miret era un castrista consecuente. Pero en su honor hay que decir que, al contemplar aquel show bochornoso, montó en cólera y mandó que aquellos espectadores abandonasen de inmediato el lugar. “¡Aquí sólo pueden estar los integrantes del pelotón y el médico que certificará las muertes! ¡Los demás se me van ahora mismo!”.
Espero que esta breve anécdota ayude a que los lectores (en especial los que sientan admiración por el Che, si es que hubiera alguno) cuenten con un elemento adicional para evaluar a su adorado jefe comunista.
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