El régimen cubano se enreda y empantana cada vez más en el turbio asunto de los mercenarios reclutados en Cuba para la invasión a Ucrania
viernes, 15 de septiembre, 2023 5:17 pm
in Opinión
LA HABANA, Cuba. — El pasado 6 de septiembre publiqué en este mismo diario digital un trabajo periodístico cuyo título —creo— lo decía todo: “Mercenarios cubanos en Rusia: el castrismo los cría y Putin los junta”. En esa fecha, cuando el escándalo de los soldados de fortuna de nuestro país apenas comenzaba, yo escribía: en “la Cuba de hoy, apabullada por las políticas demenciales del estéril socialismo dirigista, un nuevo ‘culebrón’ sacude a la opinión pública nacional”.
Como norma, ese término peyorativo se reserva para las telenovelas que suelen difundirse en horarios estelares, como regla; en Cuba serían las brasileñas (Y conste que no me refiero a las que yo, como lego en la materia, considero obras maestras originales, del tipo de Vale todo o Roque Santeiro, sino a las otras: los bodrios que se repiten unos a otros, plagados de personajes inverosímiles que responden a supuestas motivaciones absurdas).
Es verdad que los escándalos políticos (como el de los mercenarios de esta Gran Antilla), con sus afirmaciones, eufemismos, contradicciones y desmentidos, recuerdan es as farsas dramáticas de ínfima calidad, que los norteamericanos han bautizado con la curiosa frase “óperas de jabón” (soap operas). Y debo confesar que, en lo político, me encantan los “culebrones”, sobre todo cuando se escenifican en un país como el nuestro, que sufre un sistema informativo disfuncional. Este último fue diseñado para operar en medio de un vacío llenado sólo por los medios que transmiten la propaganda emanada del propio régimen; por las emisoras y periódicos que difunden únicamente lo que ordena ahora el “Departamento Ideológico”, que en la época de esplendor de la censura se llamaba “de Orientación Revolucionaria”.
Pero muchos decenios han decursado desde aquellos tiempos de control absoluto hasta los de hoy, en los que, felizmente, las redes sociales y el “potro salvaje de la internet” tienen desquiciados a los manipuladores de vocación totalitaria. Es en ese contexto que los dimes y diretes del culebrón de turno hacen las delicias de quienes (como yo mismo) disfrutamos con todos los palos de ciego que da el régimen castrista.
Y eso es justamente lo que ha sucedido con el escándalo de los mercenarios cubanos. A la denuncia inicial la siguió una nota anodina del Ministerio de Relaciones Exteriores de La Habana. Esta, a su vez, cedió el paso a otra información, un poco más argumentada, en la cual se anunciaba la detención de una decena y media de personas, aunque (dato importante) sin ofrecer nombres ni otras generales.
En reacción a esta última información, el colega Juan Antonio Blanco, en Diario de Cuba, plantea una tesis interesante; de ella, aunque no llegara a corroborarse, puede repetirse la frase alada italiana: Se non è vero è ben trovato. Pero conociendo la osadía del régimen castrista, no representa un dislate que esperemos que se haga realidad la especulación de Blanco.
Entonces, es razonable que sospechemos que, al anunciar el supuesto desmantelamiento de la red de reclutadores y el arresto de 17 de sus miembros, el régimen de La Habana esté curándose en salud y preparando de antemano un pretexto. De ese modo, si en un futuro el castrismo se decide a participar con sus propias tropas en la agresión de Putin a Ucrania, contaría con un subterfugio tras el cual escudarse.
Pero las más recientes incidencias del culebrón se refieren no sólo a las denuncias formuladas por quienes se oponen al régimen castrista. Uno de los enfrentamientos más satisfactorios sobre el tema del reclutamiento de mercenarios cubanos, se produjo entre altos funcionarios del mismo gobierno de La Habana.
Sus protagonistas fueron el Embajador de la Gran Antilla en Moscú y el superior jerárquico de este. El diplomático acreditado ante el Kremlin, Julio Antonio Garmendía Peña, ocupó titulares el pasado jueves cuando, refiriéndose a la agresión putinesca contra Ucrania (aunque refiriéndose a ella con un eufemismo), expresó: “No tenemos nada en contra de los cubanos que sólo quieren firmar un contrato y participar legalmente con el Ejército ruso en esta operación”.
Llama la atención que el diplomático antillano, ya que se decidió a invocar principios tan poco marxistas como el de la libertad de contratación, haya limitado su anuencia a una sola de las partes (el lado ruso), y no a ambas. Pero, bueno, esa preterición tácita de la República de Ucrania podemos atribuirla a su deseo de congraciarse con el gobierno del país ante cuyas autoridades está acreditado, y del cual el régimen cubano espera que lo saque de la furnia en la que él mismo se ha metido con sus políticas absurdas.
Pero es el caso que las declaraciones condescendientes del señor Garmendía fueron rebatidas, apenas unas horas más tarde, por el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla: “La posición inequívoca e invariable del gobierno cubano, conforme a la legislación nacional, es contraria a la participación de ciudadanos cubanos en cualquier conflicto, contra el mercenarismo y contra la trata de personas”, escribió este último.
Surgen objeciones también contra lo expresado por el canciller del castrismo. ¡Es verdad que el papel (y las pantallas celulares) lo aguantan todo! ¡Tener que soportar que el representante internacional de un gobierno que durante decenios, y so pretexto del “internacionalismo”, ha enviado tropas regulares a matar y a morir en medio mundo, hable de “posición inequívoca e invariable… contraria a la participación de… cubanos en cualquier conflicto” es más de lo que un estómago normal es capaz de digerir!
El culebrón, pues, continúa su desarrollo. El régimen de La Habana, debatiéndose entre su “antiyanquismo” enfermizo, sus simpatías por el régimen dictatorial, corrupto y asesino de Vladímir Putin, y sus deseos de no malquistarse en demasía con las democracias de Occidente, se contradice y empantana cada vez más. ¡Excelente!
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