ANDRÉS OPPENHEIMER

¿Cómo será el futuro económico de América Latina después del COVID-19?

 
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La presión del endurecimiento de las sanciones de los Estados Unidos, la crisis que vive Cuba y ahora la pandemia del coronavirus ha dejado a la empresa privada en la isla enfrentando un futuro difícil.

Aunque la mayoría de los economistas predicen que las economías latinoamericanas comenzarán a recuperarse de la crisis de COVID-19 en la segunda mitad del año, una entrevista con el pronosticador económico más influyente de la región me dejó con dudas sobre si la recuperación será tan rápida y tan grande como muchos esperaban.

Ya pasó casi un mes desde que el Fondo Monetario Internacional (FMI), la principal institución financiera internacional en materia de proyecciones económicas, emitió sus pronósticos económicos para la región. El FMI predijo que la economía de América Latina en su conjunto caerá un 5.2% este año, y crecerá un 3.4% el próximo año.

Pero el director del FMI para América Latina y el Caribe, Alejandro Werner, me pareció un poco menos optimista que antes cuando hablé con él esta semana.

PRONÓSTICOS ECONÓMICOS

Werner comenzó diciéndome que es inusualmente difícil para los economistas hacer pronósticos en este momento, porque el impacto de la pandemia del coronavirus no dependerá tanto de los factores económicos, sino epidemiológicos. Pero, dicho esto, reconoció que las previsiones de abril del FMI para la región podrían tener que revisarse hacia la baja.

“Lo más probable es que el crecimiento económico de América Latina en 2020 sea aún más negativo de lo que pronosticamos, porque es probable que la economía de Estados Unidos se contraiga más de lo que nosotros esperábamos”, me dijo Werner. Una mayor recesión en Estados Unidos se traducirá en menos remesas familiares de los residentes estadounidenses a Latinoamérica, menos turismo, y menos exportaciones.

Cuando Estados Unidos y los países europeos publicaron sus resultados económicos del primer trimestre pocos días atrás, “fueron aún más débiles de lo que anticipamos en nuestro escenario central” en abril, señaló. “Entonces, es probable que la próxima vez que saquemos números, que será en el verano (del hemisferio norte) estos números serán peores”, dijo Werner .

Cuando le pregunté cuáles son sus proyecciones de crecimiento económico de la región ahora, Werner me dijo que estima que la economía de Estados Unidos caiga un 5.9% este año, que las de México y Argentina se contraigan en un 6.6% y casi un 6% respectivamente este año.

La buena noticia, agregó, es que comenzaremos a ver “una recuperación económica relativamente rápida en la segunda mitad de 2020, y especialmente en 2021”, me dijo Werner. “La recuperación será más rápida que en la Gran Depresión de 1929, o la de la crisis financiera de 2008”.

Werner no está solo al predecir una recuperación latinoamericana en 2021. El Banco Mundial, las Naciones Unidas y los principales bancos privados esperan lo mismo, entre otras cosas porque es probable que la economía de China crezca hasta un 9% el próximo año. China es el principal comprador de las exportaciones latinoamericanas de materias primas.

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EL POPULISMO RADICAL

Lo que más me preocupa son las posibles consecuencias políticas de la crisis del COVID-19. Podrían dar lugar a un aumento del populismo radical, con todas sus desastrosas secuelas.

Eso podría suceder, por ejemplo, si la economía mundial se recupera más lentamente de lo esperado en la segunda mitad del año, o, peor aún, si hay una segunda ola de la pandemia de coronavirus. Si eso ocurre, muchos gobiernos latinoamericanos podrían llegar a la conclusión de que sus economías caerán aún más, y que no podrán pagar sus deudas externas.

Los inversionistas, anticipando controles a la salida de capitales, se apresurarían a enviar su dinero a Miami y otros refugios seguros. Los líderes populistas en México, Argentina e incluso países más económicamente responsables podrían concluir que no tienen nada que ganar políticamente teniendo buenas relaciones con la comunidad empresarial, y podrían intervenir o estatizar algunas de las grandes empresas que rescataron durante la crisis de COVID-19.

Comenzarían a imprimir más dinero y a regalarlo para ganar las próximas elecciones, generando un nuevo ciclo de hiperinflación, desinversión y mayor pobreza. Ya hemos visto esta película varias veces antes.

Ojalá que no vuelva a suceder esta vez, porque sin inversiones no hay forma en que la región pueda recuperarse. Si los gobiernos latinoamericanos entienden que solo podrán crecer con inversiones, el 2020 será un año horrible, pero las cosas podrían mejorar rápidamente en 2021.