Como si vivieran en otra Cuba: la crueldad de la prensa castrista
La culpa siempre recae en los cubanos, ahora acusados de no destinar cada centavo a comprar alimentos en vez de gastarlos en datos para “consumir fake news”
LA HABANA, Cuba. – En gran parte del mundo es normal, por necesario, que especialistas de disímiles campos aporten consejos a los ciudadanos para ayudarlos a sobrellevar momentos difíciles. En el caso de la cuarentena obligatoria a causa del brote de coronavirus, se han creado grupos transdisciplinarios para atender el problema con un enfoque integral que incluye la participación de psicólogos, economistas, nutricionistas y expertos en bienestar y calidad de vida.
En esos casos siempre se ofrecen sugerencias marcadas por la simplicidad y objetividad, tomando en consideración lo que resultaría factible para una población que debe permanecer en casa la mayor parte del tiempo. Cuando se trata de la alimentación, un tema bastante delicado porque el encierro provoca ansiedad, que en muchos casos se expresa en el deseo de comer compulsivamente, los expertos recomiendan opciones saludables y asequibles, que pueden hallarse en cualquier mercado.
Las pautas para mantener esa dieta sana son más o menos las mismas en todo el planeta, y Cuba no es la excepción. Digamos que la diferencia estriba, primeramente, en que los especialistas de otras latitudes hacen sus sugerencias en base a alimentos que la población puede adquirir sin complicaciones. En Cuba los que dan consejos parecen ajenos al calvario que diariamente enfrentan los ciudadanos para forrajear algo tan básico como la leche o el aceite.
En un país donde ahora mismo no hay arroz, ni frijoles de producción nacional; donde cada día se hace más difícil comprar vegetales frescos y en buenas condiciones; donde no hay pan integral en las panaderías estatales ni privadas, es una burla hablar de desayuno saludable y creativo. Dejemos pasar el atrevimiento de sugerirle a la gente que gaste menos en Internet y más en comida, y concentrémonos en el hecho de que la leche en polvo —la más demandada por su rendimiento— está desaparecida y el yogurt ahora mismo se ubica en el top five de lo más buscado, sobre todo por madres de bebés intolerantes a la lactosa.
La leche que ahora mismo se comercializa en las tiendas del estado representa un lujo para cualquier familia que no reciba remesas o maneje ingresos procedentes de algún negocio particular. Quienes están en casa con su salario al 60%, o un jubilado con su pensión de 12 CUC, no pueden garantizar el desayuno de todo el mes pagando 2 CUC por cada litro de leche que, estirándolo al máximo para una sola persona, dura cuatro días. Los especialistas se expresan como si los trabajadores cubanos no tuvieran dependientes, dejando a un lado el hecho de que miles de empleados del sector privado han quedado desprotegidos en medio de la emergencia sanitaria, y son muchos los núcleos que apenas sobreviven con un salario único.
Es irracional y cruel hablarle al pueblo de yogurt natural, huevos, leche fresca de vaca, pan integral y frijoles del día anterior para conformar un desayuno “delicioso y nutritivo”. Las legumbres disponibles son importadas, por ende el Estado las vende caras. El cartón de huevos ha escalado hasta los 10 CUC en el mercado negro, y en las pescaderías la tabla de productos solo exhibe croquetas y jamonada de pollo. El pescado, sea de mar, río o estanque, se ha integrado de nuevo a la lista de los ausentes.
Quienes piden a los cubanos ser moderados y creativos, o que se dediquen a “hacer un recorrido por los agros del país y comprar aquí o allá todo lo que es bueno para la salud”, no perciben que la oferta de alimentos saludables se ha reducido y encarecido dramáticamente porque se está produciendo poco, han caído las importaciones y los precios se han desorbitado. Resulta muy difícil ponerse creativo después de cuatro horas de espera para alcanzar el cárnico de turno; un esfuerzo tan extenuante que cuando se tiene el plato de comida delante es inevitable pensar que cuanto más pronto te lo comas más rápido tendrás que ir a hacer cola otra vez.
Ese servicio de Internet que el Estado vende carísimo a una nación de pobres y mantenidos es el método más expedito para contactar con los familiares emigrados que sustentan a miles de familias cubanas. Son ellos, de hecho, quienes costean con recargas los paquetes de datos que consumen los del patio, ingresando además buenos dividendos al monopolio estatal ETECSA.
El régimen es dueño de todo, pero la culpa siempre recae en los cubanos, ahora acusados de no destinar cada centavo a comprar alimentos en vez de gastarlos en datos para “consumir fake news”. En esa “sana” advertencia sobre tener claras las prioridades se ha hecho explícita la voluntad estatal de mantener al pueblo hundido en la angustia de hallar comida para alejarlo de la información y de un estado de opinión que cada día se torna más tenso y menos complaciente con el establishment.
Lo opuesto; es decir, la alternativa que ofrece el oficialismo, es un sistema informativo que no refleja empatía por sus ciudadanos, que muestra abundancias irreconciliables con un panorama cotidiano de tarimas, estantes y neveras vacías, y da voz a quienes ven la crisis alimentaria desde un prisma pasado de optimismo, donde hay espacio para la creatividad y la degustación con ingredientes cuasi fantásticos, como si vivieran en otra Cuba.
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