Imaginemos que a un estadounidense, un holandés, un brasileño, un japonés y un australiano les preguntan si creen que sería “revolucionario” y beneficioso para ellos, como consumidores, que el Estado expropiase las tierras a los agricultores privados y se encargase de sembrar, cosechar y distribuir en los mercados los productos del campo.
¿Qué responderían? Seguramente tomarían la pregunta como un buen chiste y se reirían. Y si les dicen que no es una broma exclamarían espantados que es un absurdo, el mayor disparate escuchado jamás.
Hay que tener un gran poder de abstracción para visualizar en EEUU, Holanda (con poco territorio es el segundo exportador mundial de productos agrícolas por el extraordinario desarrollo de su agricultura), Brasil, Japón o Australia, grandes centros de acopio estatales para concentrar los productos agrícolas del país y distribuirlos centralmente, luego de haberse prohibido por ley que lo hagan los propios productores y los comerciantes mayoristas y minoristas que lo han hecho durante siglos.
No obstante, ese disparate existe. Se comete en Cuba y agrava la escasez de alimentos que sufre la población desde que se implantó el comunismo hace seis décadas. Y es una de las razones por las que Cuba hoy no parece una nación de este planeta. Es muy distinta a las otras 195 existentes, con la excepción de su hermana gemela, Corea del Norte.
Los centros de acopio hacen más penosa la desgracia de haber dejado como propiedad privada en el campo cubano solo el 23% de las tierras cultivables, pese a las promesas que hizo Fidel Castro desde la Sierra Maestra, reiteradas al asaltar el poder y días antes de promulgar la Ley de Reforma Agraria. Juraba que entregaría las tierras confiscadas a los campesinos, y lo que hizo fue estatizarlas.
¿Resultado? El Estado posee la mayor superficie agrícola y las mejores tierras, y con el mayor equipamiento tecnológico y de suministro de insumos produce apenas el 10% o el 12% de los alimentos del país, mientras que el 90% u 88% lo generan los campesinos y los 242.000 usufructuarios particulares de tierras estatales que estaban ociosas y cubiertas de marabú y han sido arrendadas a ellos por el Gobierno para que las reactiven.
La tapa al pomo son los llamados centros de acopio, agravantes permanentes del drama de cada familia a la hora del desayuno, el almuerzo y la comida.
Los privados tienen que entregar sus cosechas a Acopio
Resulta que en Cuba todos los agricultores del país tienen la obligación de entregar los productos cosechados a esos centros estatales, que los almacenan y luego los van distribuyendo poco a poco, cuando pueden.
El Grupo Empresarial de Acopio (GEA), que así se llama la entidad estatal en cuestión, es una maquinaria burocrático-comercializadora-interventora del Estado formalmente subordinada al Consejo de Ministros, pero que en la práctica dirige y controla el Partido Comunista en cada municipio y provincia. Lo integran 13 empresas de acopio con instalaciones en toda la isla.
Llamado simplemente Acopio, este aparato estatal les contrata a los campesinos y cooperativistas el 80% de sus cosechas, les dice lo que tienen que sembrar y fija los precios de antemano, escandalosamente bajos.
Toda la parafernalia de la infraestructura técnica y operacional que tiene Acopio significa un gasto colosal que erosiona innecesariamente el presupuesto del país. Incluye grandes almacenes, cientos de camiones, grúas, montacargas, talleres de todo tipo, naves mayoristas, plantas de beneficio y empaquetado, básculas, pesas, plantas de envase, y un ejército de trabajadores y burócratas. Con ese dinero el Estado podría hacer muchas cosas sumamente necesarias.
Los centros de acopio estatales fueron una de las razones por las que 33 de los 35 países en los que fue impuesto el sistema económico comunista finalmente lo tiraron a la basura.
Pagan una miseria a los campesinos
Lo peor de ese sistema centralizado de distribución es que le paga una miseria a los campesinos y usufructuarios de tierras estatales. Tan poco les paga que ellos se quejan constantemente de que apenas cubren sus costos. Y estamos hablando de 430.000 agricultores privados que generan nada menos que el 90% de la producción agropecuaria del país.
De hecho lo que hace Acopio es desestimular en forma perenne la producción del campo cubano. Si los agricultores privados pudieran vender directamente sus productos al precio fijado por ellos, según las leyes del mercado, habría más comida en Cuba.
Y para desincentivar aún más la producción, ahora el Gobierno envía inspectores a las cooperativas para asegurarse de que los agricultores privados entreguen a Acopio todo lo pactado y no se queden con nada para comercializarlo privadamente, a mejor precio.
Ello expresa la ignorancia de la cúpula castrista acerca de las leyes naturales que rigen la economía. Con esos nuevos controles in situ, al ya no poder vender “por la izquierda” parte de su cosecha para compensar la miseria que les paga Acopio, los campesinos y cooperativistas simplemente producirán menos. Habrá menos alimentos en la Isla. Toda la nación sale perdiendo.
Se evidencia cada vez más que en Cuba no hay cómo evitar el hambre, ahora con menos divisas que nunca para importar alimentos, si el Estado sigue a cargo de la agricultura y distribuyendo la producción agropecuaria.
Se pudren miles de toneladas de alimentos
El GEA subdivide la distribución de productos en cinco prioridades llamadas “gamas”. Según Granma la primera es la de los alimentos frescos. La segunda y tercera incluyen conservas, mermeladas, viandas y vegetales picados en pedazos. La cuarta, productos envueltos en bolsitas de plástico, y la quinta abarca productos ya cocinados, llamados “almuerzos sencillos”.
Todo muy bonito, pero es pura pantalla. Cada año se pudren alevosamente en los almacenes de Acopio miles de toneladas de productos agrícolas que son fundamentales en la dieta básica cubana, lo mismo en el campo porque no los recogen a tiempo, que en los almacenes estatales porque no son distribuidos, por mil razones.
Acopio no tiene camiones suficientes, o están rotos, o no hay gasolina. Según reportó el 6 de febrero de 2020 la prensa estatal en la provincia de Pinar del Río, la Empresa Comercializadora Acopio dispone de solo 13 camiones activos, de 30 que tiene el parque de transportación. Y esos pocos que funcionan tienen más de 40 años de explotación, se rompen constantemente y no tienen piezas de repuesto.
Por otra parte, en cada centro de acopio pulula el robo de viandas, frutas, vegetales, arroz, frijoles, papas, etc, para venderlos “privadamente” a quien lo pague, incluyendo parientes, amigos y comerciantes clandestinos.
Pero en Cuba todo es tan irracional que paradójicamente esos robos en los centros de acopio al final resultan positivos, pues esos productos “desviados” ya no se pudrirán y abastecerán el mercado negro, el único que de veras funciona en la Isla, pues cubre la dieta de 20 días de cada mes en cada hogar, luego de los diez días que a duras penas cubre la “libreta”.
En pocas palabras, el sistema estatal de Acopio es otro crimen del castrismo, y en particular del general Raúl Castro, quien pese al rotundo fracaso mundial del socialismo se sigue negando a liberar las fuerzas productivas y persiste, contra viento y marea, en mantener un modelo económico probadamente inservible e inhumano que solo causa hambre, pobreza, infelicidad y atraso social.
El dictador tiene la obligación impostergable de desmantelar ese engendro nefasto y contrario a la naturaleza humana misma, llamado Acopio, y dejar que los agricultores privados vendan al mercado libremente sus productos al precio fijado por ellos. Y eso, como paso previo para la liberación total del campo, como en todo país normal. |
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