December 20, 2024

DIMAS CASTELLANOS | La Habana ECONOMÍA La disyuntiva de Cuba: economía de mercado o hambruna

ECONOMÍA

La disyuntiva de Cuba: economía de mercado o hambruna

Según el anuario azucarero de 1958, un año antes de la toma del poder por los revolucionarios Cuba producía el 72% de todo lo que se consumía en el país, e importaba el otro 28%. Hoy produce aproximadamente el 20% e importa el 80%. Había desigualdades por reparar, pero la economía crecía. El secreto: solo se puede distribuir lo que se produce.

Para solucionar las desigualdades, Fidel Castro aseguró en 1959 que “aumentaría la producción agrícola, duplicaría la capacidad de consumo de la población campesina y lograría para el pueblo un nivel de vida superior al de cualquier otra nación”. Con ese supuesto fin eliminó la economía de mercado, sustituyó la propiedad privada por la estatal, implantó la planificación centralizada, limitó las libertades ciudadanas y en consecuencia se esfumó el concepto de ciudadano.

En agosto de 2020, 61 años después, el segundo secretario del Partido Comunista, José Ramón Machado Ventura, llamó a “aprovechar cada oportunidad de producir alimentos, porque el país no puede seguir con esa elevada importación de comida y pienso animal, que podemos producir internamente”.

¿Qué ocurrió entre la promesa de 1959 y el actual desabastecimiento?

La economía tiene sus propias leyes. Si la misma se subordina a la ideología, se estanca; si el estancamiento se prolonga, involuciona; si la involución se sostiene, conduce a la hambruna.

En julio de 2007, después de múltiples fracasos, Raúl Castro criticó las ineficiencias en la agricultura, enfatizó la importancia vital de producir en Cuba lo que se compra en el exterior y reconoció la existencia de enormes extensiones de tierra infectadas de marabú.

En febrero de 2008, al ser designado presidente del Consejo de Estado, Raúl Castro reconoció el error de haber estatizado casi toda la propiedad económica del país, y anunció la introducción de un plan mínimo de reformas, dirigido a lograr una agricultura fuerte y eficiente, que las personas sintieran la necesidad de trabajar para vivir, rechazar las ilegalidades y otras manifestaciones de corrupción, desinflar las plantillas laborales e impulsar el trabajo por cuenta propia. Luego, el 18 de diciembre de 2010, en la Asamblea Nacional del Poder Popular expresó enfáticamente: “O rectificamos o ya se acaba el tiempo de seguir bordeando el precipicio, nos hundimos, y hundiremos el esfuerzo de generaciones enteras”.

En el Sexto Congreso del Partido, celebrado en 2011, el plan de reformas fue asumido como acuerdo y desglosado en los Lineamientos de la Política Económica y Social. La inconsecuencia radicó en que, en lugar de restituir la economía de mercado, se conservó la causa del fracaso: la planificación socialista y la empresa estatal como vías principales.

Una prueba de lo anterior es que unos días después del Sexto Congreso, en las 15 conferencias provinciales del Partido, celebradas entre mayo y junio de 2011, Machado Ventura abogó reiteradamente por mantener la economía subordinada a la ideología. Algunos de sus planteamientos fueron: el Partido tiene que ver en cada lugar qué le toca a cada quien, con nombres y apellidos; tenemos que conocer de antemano qué va a sembrar y cosechar cada productor; hay que exigirle a los que no hacen producir la tierra; etcétera.

En el cruce del año 2015 al 2016 la agudización de la crisis se recogió en el informe central al Séptimo Congreso del Partido: “la existencia de una actitud de inercia o de ausencia de confianza en el futuro; dilatación en la implementación de las políticas aprobadas; improvisación, superficialidad y falta de integralidad a causa de una incorrecta preparación de las obras; falta de previsión y agilidad en la implementación de los Lineamientos.”

El ejemplo más contundente del retroceso es el azúcar. En 1905 se produjeron 1.230.349 toneladas; en 1925 se sobrepasaron los cinco millones y en 1952 se alcanzó la cifra de 7,1 millones de toneladas. Sin embargo, con un esfuerzo voluntarista que dislocó toda la economía en 1970, se produjeron algo más de 8,5 millones. A partir de 1990 comenzó el declive. En el año 2001 se produjeron 3,5millones de toneladas. Para revertir el descenso se cerraron 71 de los 156 ingenios, con lo cual la producción descendió en 2003 hasta 2,10 millones de toneladas. En 2005 se cerraron otros 40 de los 85 ingenios sobrevivientes y la producción bajó hasta 1,3 millones de toneladas. Entonces, el Ministerio del Azúcar fue reemplazado por el Grupo Empresarial AZCUBA, que desde entonces incumplió todos los planes, hasta que en 2020 la caída ha sido tan brusca que por vez primera no se ha dado a conocer la cantidad producida.

De forma similar ocurrió con otras dos producciones claves entre 1958 y 2020: el ganado vacuno descendió de unos seis millones de cabezas hasta algo más de tres millones; mientras el café se redujo de una 60.000 toneladas hasta unas 6.000, cuando ahora la población es casi el doble de la de entonces.

A pesar de los “recorridos orientadores” por provincias y municipios realizados por Machado Ventura y otros dirigentes partidistas, ha sido imposible detener el decrecimiento. Ello indica que la economía estatizada, combinada con las orientaciones ideológicas, es inversamente proporcional al crecimiento. El resultado: Cuba, que era el mayor complejo azucarero del mundo, se encuentra entre los países con menor producción y productividad azucarera y agrícola en general.

La pérdida de la autonomía —que es a la economía lo que el oxígeno a los cuerpos vivos— conjuntamente con el voluntarismo, los métodos de ordeno y mando, la planificación centralizada, la incapacidad de jefes y administradores y la merma del interés de los productores, han conformado la ineficiencia agrícola que caracteriza la producción azucarera y toda la agricultura cubana.

Gustavo Pittaluga, en su libro Diálogos sobre el Destino, decía que el destino de un país no puede ser vender azúcar para comprar automóviles. Y añadía: “en nuestra economía y en nuestra política social debe favorecerse el auge de la industria azucarera; y mientras tanto, fomentar al máximo la diversificación agrícola colateral y el crecimiento de las pequeñas industrias”.

El resultado del modelo totalitario ha sido la destrucción de las principales fuentes de recursos, y su sustitución por rubros frágiles e incontrolables, como son el alquiler de profesionales en condiciones de esclavitud moderna, el turismo y las remesas familiares.

Sencillamente el modelo totalitario resultó inviable y el tiempo de prueba se agotó. El Gobierno enfrenta una contradicción insoluble: la incompatibilidad de los cambios con la conservación del modelo, lo que ha colocado a Cuba en una disyuntiva: se reincorpora a la economía de mercado para superar el desabastecimiento o la hambruna será inevitable.

Un periodista de Granma no tenía que preocuparse hasta hace poco por calzar la posición del poder en Cuba hasta encarnar, más que a un agente del vicio de desinformar, al vicio mismo. No tenía que preocuparse porque las páginas del diario, órgano del Partido Comunista de Cuba, no se abrían a la réplica. Ahora, sin embargo, internet y las redes sociales facilitan la contestación y, además, sustituyen con frecuencia al diario en la función que nunca ha cumplido: informar.

El articulista Ernesto Estévez Rams publicó el pasado 13 de agosto, en Facebook, un meme articulado en torno a la imagen de Joe Biden y Kamala Harris, y acompañado de esta frase: “Joe Biden escogió de compañera de fórmula una mujer negra, ¿será colera?”. De inmediato, la prensa independiente y los usuarios de las redes sociales denunciaron el irrespeto, y la connotación racista y elitista de la publicación.

Ernesto Estévez Rams pagaba así su incapacidad para superar con razonamientos lo panfletario.

En marzo, tras la llegada del SARS-CoV-2 a Cuba, Estévez Rams había publicado “La fábula de la silla voladora“, artículo en el que ninguneaba a los cubanos que veíamos una falta de respuesta adecuada del Estado al inicio de la pandemia. La propaganda oficial hablaba entonces de turismo sano en Cuba, cuando el mundo se cerraba a los vacacionistas; las autoridades dificultaban el uso de las mascarillas y, por último, el día 21 de marzo, cuando los padres reclamábamos el cierre de las escuelas, en el programa de televisión Mesa Redonda escandalizaba la afirmación del primer ministro, Manuel Marrero Cruz, de que no se podían suspender las clases porque los niños estarían en las calles.

Para tratar de ignorantes a los preocupados, Estévez Rams afirmó: “…a pesar de no saber nada de eso, se erigen en expertos de manejo de crisis y dictan qué debe hacerse, truenan si el Gobierno no hace lo que sugieren”. La “intuición de los ignorantes” resultó sin embargo lúcida, y apenas tres días después de las declaraciones del primer ministro, el Gobierno decretó el cese de las clases, el cierre de las fronteras y el uso obligatorio de mascarillas.

Pero el artículo que más ha dado que hablar de Estévez Rams es “Con todos, para actuar por el bien de todos“. En ese texto, aborda el pensamiento de Martí para concluir que su frase “con todos y para el bien de todos” no quiere decir exactamente todos.

Aventura que ese “todos” se debe a que Martí “aspiraba a que, en el proceso de crear una república ‘por el bien de todos’, no hubiera fermento para los mutiladores del ejercicio pleno de la dignidad humana”. En fin, que no le bastó a Martí ser una de las mentes más extraordinarias de su tiempo, haber conocido tres continentes y codearse con los más conspicuos independentistas cubanos, para saber distinguir entre el todo y la parte.

Y Biden nombró a una “colera”

El meme dedicado a Biden y Harris tiene antecedentes importantes. Con la llegada del SARS-CoV 2 a Cuba el desabastecimiento se agravó. Las colas para comprar comida se agigantaron y aumentaron las personas dispuestas a hacerlas para procurarse ingresos extras con la reventa de turnos o mercancías. El Gobierno les llamó “coleros” y les responsabilizó del desabastecimiento. La prensa del Partido Comunista dirigió contra estas personas la frustración ciudadana por el hambre, y el Gobierno abanderó brigadas “anticoleras”.

Es en este ambiente que aparece, en el diario digital El Toque, el artículo “¡Las coleras no son mis enemigas!“, de Julio Antonio Fernández Estrada. En el texto se describe lo que a cualquiera le salta a la vista, “que la mayoría de las personas que se dedican a hacer colas en tiendas, mercados, agros, son mujeres negras y pobres”. El autor se pregunta quiénes son estas mujeres, cuáles son sus condiciones de vida. Lamenta que no sean objeto de atención más que de persecución, y concluye: “Ellos —y sobre todo ellas, que creo que son mayoría en este trabajo— son parte del desastre al que hemos llegado. Ahora, es injusto, miserable y facilón echarles la culpa de los campos resecos, del pulular del caracol gigante africano y los mosquitos letales, de la extinción de las toronjas y la corrupción como forma de vida”.

Al parecer, el meme publicado por Estévez Rams pretendía ironizar acerca de la referencia a las coleras como mujeres pobres y negras en el artículo de Fernández Estrada. “Al parecer”, porque es imposible hacer la relación entre el meme y el artículo, y porque cuando el articulista habla de su motivación no lo precisa.

Constatada la reacción adversa que provocó su publicación en las redes, el memista frustrado pasó a defenderse y afirmó, también en su muro en Facebook: “tomaron el meme y lo sacaron de mi muro, privándolo de su contexto para mostrarlo como trofeo y acusarme de misógino y racista”.

Hay que ser llorón para decir eso cuando él pretendió hacer lo mismo con el artículo de Fernández Estrada. La afirmación sobre el color de la piel, el género y la precariedad económica de las coleras es parte de la argumentación central del artículo, no su objetivo. Y es una manifestación de solidaridad con las mujeres que se buscan unos pesos haciendo colas, no una caracterización de las mujeres, ni de las mujeres negras, como hace el articulista con su meme.

Estévez Rams retiró su publicación pocos días después. No por retirar el meme cuestionado, pues este continúa en su muro en las publicaciones compartidas por sus amigos; al parecer lo que le molestó fue el desarrollo de un foro en los comentarios que no le era propicio. Si esta fue la razón, además de llorón Estévez Rams sería también un cobarde.

¿Es racista Estévez Rams?

A los que le señalaron por racista les compartió un artículo de su autoría también publicado en Granma y titulado “En blanco y negro”. Curiosamente, es el más informado de sus artículos comentados hasta aquí. En él Estévez Rams analiza la persistencia del racismo en Cuba, señala la escasa incorporación de la historia negra a los sistemas de enseñanza, la importancia de la crisis de los noventa en la agudización de la desigualdad agravada para la población negra, la identificación de patrones de conducta y vestuario con el color de la piel, la relegación de “lo negro” a lo incivil y lo maleducado, y la identificación de las manifestaciones de resistencia con la amenaza a la convivencia social. Todo esto sin citar a especialistas que desde las ciencias sociales alertan, hace décadas, del avance de la desigualdad en el país y de la importancia del color de la piel en ella.

Es una licencia que Estévez Rams no le permite al autor de “¡Las coleras no son mis enemigas!”. Cuando el académico Julio César Guanche compartió el texto en Facebook, el articulista de Granma comentó: “A falta de datos concretos y un estudio serio, toda opinión que se base en asumir un género y una raza para los coleros basados en la anécdota es pura especulación y, en consecuencia, un sofisma”.

No suele citar “datos concretos” ni “estudio serio” Estévez Rams en sus artículos. Por no hablar de su licenciosa interpretación de la intención martiana que, más que investigación, necesitaría una güija.

Sin embargo, en “En blanco y negro” debió hacerlo. La precisión de sus observaciones denota lecturas especializadas sobre la problemática racial en Cuba, un área que los científicos sociales estudian a pesar de la falta de interés político. No es una afirmación aventurera, la antropóloga Niurka Núñez González recomienda, en un artículo sobre las inequidades raciales incluido en el libro Retos para la equidad social en el proceso de actualización del modelo económico cubano, “incorporar la problemática racial como elemento constitutivo de la agenda política y las políticas sociales. Situar el problema en el foco de interés de los procesos de dirección, gestión de personal y política de cuadros”.

En el mismo libro se puede encontrar la siguiente afirmación de la socióloga Geydis Elena Fundora Nevot: “no existe una voluntad política de llevar estadísticas sobre el color de la piel en el trabajo por cuenta propia”. Usar el conocimiento ajeno, y hacerlo lucir como propio, es plagio.

Al hablar en su artículo de la necesidad de incorporar la historia negra a la enseñanza, Estévez Rams pudo citar a Tomás Fernández Robaina, una autoridad en la materia, que en uno de los debates de la revista Temas afirmó: “Estoy totalmente de acuerdo que con el tiempo y la educación se logrará [se refiere a la superación de los problemas derivados de las desigualdades por color de la piel] —pero al tiempo y la educación hay que ayudarlos. ¿Cómo? Con programas. Hay que cambiar el sistema de enseñanza total desde la primaria hasta los estudios universitarios”. (“Identidad, conflictos raciales y discriminación en la República”, Último jueves. Los debates de Temas, volumen I, La Habana, 2004)

Cuando menciona la importancia de la crisis de los noventa en la agudización de las desigualdades por color de la piel, Estévez Rams podía haber citado a los antropólogos Rodrigo Espina Prieto y Pablo Rodríguez Ruiz, quienes en “Raza y desigualdad en la Cuba actual” afirman que, con el auge del turismo en aquella década y la demanda de fuerza laboral que supuso, los negros y mestizos encontraron desventajas de movilidad hacia ese y otros sectores. Y si alcanzaron alguna representación en los servicios indirectos al turista, “entre los dirigentes, y los profesionales y técnicos” del sector ” as proporciones de negros y mestizos son muy bajas: apenas llegan a 5%”. (Revista Temas, No. 45, La Habana, 2006)

Sobre la identificación de la resistencia cultural con la violencia, el autor podría citar un documento estupendo del libro Asere Núncue Itiá. Ecobio Enyene Abacuá, de Tato Quiñones: “Informe sobre una alteración del orden público en un plante de la potencia India Abacuá en el poblado de Regla, noviembre de 1976”. Allí se detalla el indebido proceder de la Policía ante las ceremonias abacuá, y se describe la persistencia del acoso violento contra los participantes (Editorial José Martí, La Habana, 2016).

El meme de Estévez Rams es racista. Podemos aceptar que él no quiera serlo, pero hacer objeto de broma a una política exitosa, candidata a segunda figura de la primera potencia mundial, por su color de piel negro, lo delata.

Estévez Rams acompaña su ignorancia y desprecio con “inocencia”. Compartir su artículo sobre el racismo para validarse como no racista lo asemeja a esas personas que afirman que no son racistas porque tienen amigos negros. Demuestra que, si bien entendió las lecturas sobre racismo que no cita, no entiende nada de la naturaleza del prejuicio; que no basta con deplorar el racismo para evitar que se manifieste de manera refleja o instintiva.

La negación es uno de los aspectos del prejuicio, y Estévez Rams es incapaz de aceptar que lo porta. Reacciona además acusando a quienes se lo hacen notar, y elimina la información que lo expone. Son procedimientos que comparte con el Partido Comunista de Cuba y su maquinaria de odio, manera clara de exhibir la naturaleza aviesa del contrato que los asocia.

Las últimas cifras sobre salario medio en Cuba, contenidos en el más reciente informe de la estatal Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) sobre el tema, muestran un irrisorio crecimiento en el sector estatal y mixto con capital extranjero, junto a diferencias por categoría de actividades y por provincias.

Según el reporte, el salario medio de 2019 fue de 879 pesos (equivalente a unos 35 dólares), superior al de 2018, que fue de 777 pesos (unos 31 dólares). La cifra es mayor también que la de 2017 (767 pesos), y que la del 2015 y 2016 (687 y 740 pesos, respectivamente), pero aún insuficiente para satisfacer las necesidades primordiales en un país donde los precios son mayormente prohibitivos.

En la exposición de los datos se muestran algunas actividades que han visto decrecer sus ingresos en lugar de aumentarlos. Aquí entran la pesca, la agricultura, la ganadería, la silvicultura y otros renglones del comercio y los servicios.

Paradójicamente, actividades que no aportan directamente al Producto Interno Bruto han sido las que aumentaron los salarios.

Según la información oficial, el sector de la administración pública, la defensa y la seguridad social, creció desde 527 en 2018, hasta 800 en el año 2019.

La educación aumentó desde 538 hasta 783; Salud Pública y asistencia social desde 808 hasta 965; y la Cultura y los Deportes crecieron desde 503 pesos como salario medio hasta 751.

La construcción es la actividad económica mejor remunerada con 1.597 pesos, por delante de la explotación de minas y canteras con 1.481. En el otro extremo se ubican los trabajadores de hoteles y restaurantes estatales que cobran 529, y los del comercio y reparación de efectos personales con 655.

Por provincias, Artemisa (989), Matanzas (975), Ciego de Ávila (975), Villa Clara (944) y La Habana (929) registraron en 2019 los salarios más elevados, superiores a la media nacional.

En Artemisa está ubicada la Zona Especial de Desarrollo del Mariel, un polo importante de empleo estatal y mixto con capital extranjero. En Matanzas, está Varadero, y Ciego de Ávila cuenta con la cayería norte del archipiélago, dedicada al turismo internacional y nacional.

En el otro extremo de la cola, muy por debajo del índice medio nacional, están Granma (776), Santiago de Cuba (757), Guantánamo (778) y el municipio especial Isla de la Juventud (767).

Otra cifra que muestra la precariedad del sistema en Cuba la aportan las pensiones, según el último Anuario Estadístico publicado por la ONEI. Pese a que han experimentado ligeros incrementos desde 2014, la pensión media en Cuba se situó en 2019 en 362 pesos, el equival