December 12, 2024

Salud Pública en La Habana: “Esto anda en tiempo muerto”

Salud Pública en La Habana: “Esto anda en tiempo muerto”

A medida que empeora la crisis epidemiológica, menos accesibles, gratis y universales se vuelven los servicios médicos en capital

Entrada del servicio de urgencias del hospital Miguel Enríquez (Foto del autor)

LA HABANA, Cuba. – A medida que empeora la crisis epidemiológica, menos accesibles, gratis y universales se vuelven los servicios médicos en La Habana. La ruina del sistema abarca todos los niveles de Salud, afectando incluso a personas con enfermedades crónicas como cáncer, hipertensión, diabetes y asma, que se quejan de no recibir atención.

A diario, miles de habaneros tienen que enfrentarse al cierre temporal de consultas externas, a la escasez de medicamentos, especialistas, utensilios, enseres y equipos médicos. Numerosas personas entrevistadas por CubaNet afirman que la “odisea” para recibir atención médica comienza en la base del sistema.

Según el Portal del Ciudadano en La Habana, una plataforma digital que aborda cuestiones administrativas del gobierno provincial, para la Atención Primaria de Salud en la ciudad funcionan 82 policlínicos y 2 008 Consultorios del Médico de la Familia (CMF) distribuidos en los 15 municipios.

Sin embargo, con la llegada del COVID-19 el pasado año, la Dirección Provincial de Salud (DPS) restringió los servicios que de manera regular recibía la población en las Áreas de Salud y redireccionó sus recursos, tanto humanos como materiales, hacia la contención de la pandemia.

Los CMF constituyen el primer eslabón en la cadena de Atención Primaria de Salud, pero miles de ellos fueron cerrados y sus especialistas integrados a las pesquisas por las comunidades en busca de personas con síntomas de coronavirus.

“La gente de cuatro consultorios tienen que atenderse en uno. Ni siquiera te puedes tomar la presión arterial porque priorizan el Programa Materno Infantil (PAMI) y siempre hay una cola de embarazadas esperando”, comentó Mercedes Carballosa, quien pertenece al Área de Salud del policlínico Luyanó, en el municipio de Diez de Octubre.

Mario Garrido, un doctor devenido en cuentapropista, asegura que sobrepoblar los CMF fue una medida que, adoptada mucho antes de que surgieran los primeros contagios de coronavirus en la Isla, obedecía al déficit de médicos existentes en la provincia.

Graduado de Medicina General Integral (MGI), Garrido trabajó como médico de familia en el municipio Cerro entre los años 2014 y 2019. Según dice, los médicos y enfermeras al frente de un consultorio de la familia tienen que atender a más de 300 familias en lugar de las 120 que -aproximadamente- establecen las normas del programa.

Las cifras pueden ser aún mayores. “Nosotros atendemos 491 familia, o hacemos como que las atendemos, porque nos resulta imposible”, corroboró bajo la protección del anonimato una enfermera de la barriada Mantilla, en el municipio de Arroyo Naranjo.

Policlínicos en tiempo muerto

Sentado en una silla a la entrada del área de urgencias del Policlínico Santiago de las Vegas, en Boyeros, uno de los agentes de Seguridad y Protección aseguró que el número de empleados de seguridad y de servicios supera al personal médico que trabaja en los policlínicos.

“La mayoría de la gente (que visita el policlínico) sale echando pestes porque no resuelve. Si te cuento llenas diez gigas de insatisfacciones, esto anda en tiempo muerto”, fueron las palabras usadas por el custodio que, siendo cauteloso para evitar ser escuchado, luego continuó: “La atención primaria está desmantelada”.

Los policlínicos son los centros referenciales de la asistencia médica dentro de las Áreas de Salud. Si años atrás tuvieron un estatus de micro hospitales por la integralidad de la atención que prestaban, hoy día las personas se quejan por la desarticulación de la mayoría de sus servicios.

Lizandra Borges es una de las tantas MGI que están a cargo de un consultorio médico y que cada tres días deben cubrir un turno de 24 horas en el cuerpo de guardia de algún policlínico. Concentrada, como si pudiera traspasar con la mirada las paredes de su consulta, destaca que resulta engorroso tener que atender a decenas de personas sin muchas veces tener medicamentos para controlar la crisis de asma en un niño o la hipertensión arterial de una persona mayor.

Cuando recetas una medicina la gente vira para que le cambies el medicamento porque no lo hay en las farmacias. Lo cambias varias veces y nada, tienes que hacer un gran acuse de paciencia y aguantar porque la gente descarga toda la frustración en ti”, relató Borges.

Asimismo, afirma que la eliminación de servicios básicos que tienen una alta demanda, como son los ultrasonidos, cirugías de mínimo acceso, placas, curas y electrocardiogramas, entre otros, convirtieron a los policlínicos en “una especie de trampolín que rebota a las personas para el hospital”.

Antes podías hacer de todo en un solo policlínico, ahora los servicios están esparcidos por diferentes policlínicos y los pacientes tienen que recorrer el municipio con todo el riesgo y las limitantes impuestas por la pandemia. Les recomendamos ir directo a los hospitales, aunque nos digan que no podemos hacer eso”, concluyó la doctora.

El mito de la salud gratis

Enfermarse en estos tiempos es un mal negocio para las personas que no tienen “conexiones” en algún hospital. Si, meses atrás, para “cuadrar” una consulta especializada bastaba regalar al doctor una jaba con algunos paquetes de detergente, jabones, champú o alimentos como pollo, salchichas y viandas, por estos días el costo de la gestión es mucho más caro.

Según el procedimiento, para ser recibido en la consulta de un especialista nada más se necesita presentar una remisión del médico de la familia. Sin embargo, en la práctica resulta casi imposible poder resolver mediante ese proceso.

Norma Peñalver, una mujer de 42 años que pasó dos meses exigiendo atención médica para su madre enferma de pancreatitis, narra que fue a través de un amigo y 3 000 pesos sobre la mesa que pudo contactar con un oncólogo del hospital Salvador Allende, más conocido como “La Covadonga”.

“Lo que tiene mi mamá es grave, se puede morir si no la atienden en tiempo y me pelotearon como les dio la gana. Tuve que soltar los fulas, pero no culpo al médico porque entiendo que todo el mundo tiene que vivir”, acotó Peñalver sin querer divulgar la identidad del doctor.

La mujer sostuvo que el dinero abre los salones de operaciones que fueron cerrados por las medidas sanitarias derivadas del rebrote de COVID-19. En sus viajes a La Covadonga, asegura, se empapó de la existencia de un mercado subterráneo y de los precios que tienen algunos de sus servicios.

Como botón de muestra, comunicó que lo mismo se puede resolver un ingreso que varias cirugías de carácter ambulatorio donde los pacientes, tras recuperarse de la anestesia, se marchan a casa.

“En el mismo día te hacen los análisis y te meten la cuchilla. Una cirugía de mínimo acceso sale en 5 000 pesos, mientras que las de estética, esas donde las mujeres se ponen nalgas o se hacen los senos, salen de 300 USD en adelante”, aseveró Peñalver.

Cuba, La Habana, Salud Pública
El hospital Miguel Enríquez, enclavado en un área densamente poblada, es habitual receptor de casos de urgencia (Foto del autor)

A nivel de hospitales, de manera unánime casi todos coinciden en señalar al Miguel Enríquez, antigua Benéfica, como el peor de todos en la provincia. Historias de desidia como la de un hombre que murió el pasado día 11 en la puerta del cuerpo de guardia mientras reclamaba ayuda, sostienen el amplio clima de inseguridad que generan los malos tratos y las constantes equivocaciones de doctores y enfermeras de ese centro médico en sus diagnósticos y medicamentaciones.

“Aquí tienes que estar a cuatro ojos porque te matan y no te pagan. El médico te manda una duralgina para el dolor y la enfermera te engancha una prednisona en vena o te pone un enalapril bajo la lengua”, refirió una mujer que se identificó como Niurka Leyva, a la entrada del cuerpo de guardia del Miguel Enríquez. “Y encima de eso no hay nada. La semana pasada, para poder inyectarme, tuve que traer la jeringuilla, la aguja y el medicamento. En el hospital, supuestamente, no había nada de eso”.

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Osniel Carmona Breijo

(Pinar del Río, 1982). Graduado en 2002 de la Escuela Formadora de Trabajadores Sociales de Cojímar, La Habana. Se inicia en el periodismo durante el año 2009. Desde entonces ha recibido diferentes capacitaciones, entre ellas los cursos sobre Estándares Internacionales del Periodismo, Periodismo de Investigación y de Multimedia. Es amante del cine y la literatura latina, y ferviente seguidor de los equipos Industriales, de béisbol, y Real Madrid de fútbol.