Pete García Octubre 07, 2023
Al legendario activista por la libertad de la Isla no le importan las críticas: sus convicciones siempre han sido a prueba de balas. Álvarez en una reunión de la Asamblea de la Resistencia Cubana.
El empresario cubanoamericano Santiago Álvarez, una figura histórica del exilio de Miami, ha apoyado al emergente sector privado de la Isla y más de uno ha pegado el grito en el cielo.
Empresarios cubanos se reúnen con un militante anticastrista: la molestia del exilio cubano continúa, anuncia grave uno de los titulares. Y yo pregunto, ¿cuál exilio? ¿Los que un día, luego de aplaudir en la Plaza de la Revolución cualquier discurso de Fidel Castro o alguno de sus mayordomos, escaparon en avión o en balsa o desertaron de una “misión” o de las propias filas del castrismo sin haber conocido nunca la sombra de un calabozo? ¿Los que invitan al martirologio ajeno sin atreverse a arriesgar la uña del pulgar de la mano izquierda? Y aquí, claro está, no me estoy refiriendo al cuestionamiento justo, al ejercicio de discrepar en democracia.
Cada cual se puede definir como le venga en gana, pero hay que ver a quién le ajusta moralmente el adjetivo exiliado.
No obstante, Santiago Álvarez, dice que no le importan las críticas ni está interesado en escucharlas. Sus convicciones siempre han sido a prueba de balas, literalmente. No contento con desafiar a la fiera desde lejos y convencido que sólo desde Cuba se podía derrotar la dictadura, Álvarez, capitán de barco, junto a un grupo de cubanos con vocación suicida, allá por los años 60 dirigieron el timón de una embarcación llamada Alisan hacia la jaula del león, dispuestos a atravesar los barrotes y desafiarlo frente a sus propios colmillos.
Álvarez, capitán de barco, junto a un grupo de cubanos con vocación suicida, allá por los años 60 dirigieron el timón de una embarcación llamada ‘Alisan’ hacia la jaula del león. Muchos años después, su convencimiento de que desde la Isla es desde donde se puede retar al poder y vencerlo, es el mismo. Pero su antiguo barco ha sido anclado hace rato. Forma parte de un pasado donde otros métodos parecían posibles.
El motivo de la roncha en ciertos sectores de Miami es la reunión efectuada en esta ciudad entre un grupo de empresarios cubanoamericanos y unos 70 dueños de mipymes, donde el quizás más célebre de los anticomunistas vivos y probablemente el más vilipendiado históricamente por la propaganda del régimen de La Habana no solo estuvo involucrado activamente, sino que fue uno de los anfitriones.
Las calificaciones a este colectivo de personas que apoyan a los emprendedores de la Isla van desde “ingenuos”, hasta “comunistas” o “descarados”.
Lo de comunista ni lo tengo que argumentar. Cae por su peso. ¿Ingenuos? Quienes se reunieron de esta orilla son la representación del “sueño americano”. Desde ex congresistas, contadores estrellas, abogados
prominentes, hasta magnates de la salud y la construcción. Gentes graduadas de las mejores universidades de aquí e individuos que han logrado un éxito económico rotundo en el país más competitivo del mundo. Bilingües y elocuentes en ambos idiomas, inglés y español. Personas que conocen de economía y política más que diletantes que pululan en las redes sociales. No se dejen engañar: fue una parte importante de las Grandes Ligas de esta comunidad.
Ingenuo es creer que son ingenuos.
¿Descarados?
En la lista de los presentes en los eventos, se encuentran varios filántropos. Seres humanos a quienes el éxito empresarial no los ha envilecido y han compartido parte de la fortuna ganada con sus semejantes. Para muestras, unos botones. Mike Fernández, el magnate de la Salud ha repartido parte de las ganancias de las ventas de sus compañías con sus empleados de forma justa.
Sergio Pino es uno de los que dona a la Liga contra el Cáncer. Carlos Saladrigas ha empleado sustanciosos recursos y tiempo en entrenar a jóvenes emprendedores cubanos y a parte de la sociedad civil de la Isla. El propio Santiago Álvarez ha sacado de sus bolsillos miles de dólares para ayudar a la disidencia interna en Cuba y a cualquiera que lo ha necesitado. Demócratas, republicanos, independientes. A todos los une, sin embargo, el amor a Cuba y quizá también el cansancio de consumir el humo que se les ha vendido Demócratas, republicanos, independientes. A todos los une, sin embargo, el amor a Cuba y quizá también el cansancio de consumir el humo que se les ha vendido, que se nos ha vendido.
La confluencia de este grupo tan diverso, pero con un interés común, en Cuba y Miami, fue coordinado y articulado en gran medida por Joe García. Alguien que ha cargado con la cruz de ir en contra de la corriente, y que ha sido víctima de un fuego cruzado constante por sus posturas fuera del juego, como diría el fallecido poeta Heberto Padilla.
Para el ex congresista, talentoso, elocuente, atrevido, hubiese sido más fácil hacer carrera como republicano en una ciudad como la nuestra. Decir consignas en el Versailles de vez en cuando y asistir a
los rituales de cada presidente norteamericano cada vez que visitaba el lugar, en vísperas de las elecciones, y prometía que en su mandato terminaría con el castrismo. Ha preferido aferrarse a sus
convicciones. Es una especie de objetor de conciencia en ese sentido. Quizá tampoco le gusten las partidas ganadas de antemano, cuyas cartas de triunfo en política son la demagogia y el populismo.
Pero su compromiso con una mejor nación cubana es fuerte y va más allá de la filiación partidista. Solo que se dio cuenta un día, que la ruta recorrida hasta hoy no nos ha llevado a buen puerto.
Varios de los reunidos en días recientes, como Joe García, tuvieron actitudes radicales en el pasado. Pero de todos los de la cofradía el más intransigente lo fue sin dudas, por sus acciones pasadas, Santiago Álvarez. Hoy, el viejo capitán se monta en Renacer, su nuevo barco, ajusta sus manos al timón y, equivocado o no, da un giro –inesperado para muchos–, pero con el mismo sueño de cada una de sus noches: intentar enrumbar una Isla que no termina de naufragar.
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